Hoy queremos compartir la participación de Eduardo Rubio en el concurso de relatos "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?". Alientos de esperanza es una carta que le escribe Seyyal a su amiga Nasira, en la que le cuenta la huida de él y de su familia de Ramala (Cisjordania) al campamento de refugiados de Líbano, Burj El-Shemali.
Querida Nasira:
Querida Nasira:
Ha pasado mucho tiempo de tu última carta,
y es que desde que tu familia abandonó Ramala para marchar a Barcelona, y más
aún, desde la última vez que nos pusimos en contacto, mi vida a dado un vuelco
de felicidad.
A
pesar de los problemas con los que nuestro pueblo se encuentra a diario, hoy es
un día muy especial para mí.
Desde que mi padre, mi hermano y yo escapásemos de Ramala a un pequeño
campamento en tierra libanesa (Buj-El
Semili), cercano a la
ciudad de Tiro y próxima al territorio israelí, nos hemos encontrado con muchas
dificultades. La causa de nuestra salida fue obvia, pero mi familia se aferraba
a resistir en la tierra en la nacimos. Nunca podré olvidar las bombas
estallando. Incluso el terror producido porque cualquier día alguna bala nos
alcanzase. Pero tan solo un momento cambió todo. El mismo día en el que mi
madre dio a luz a mi hermano Ibrahim, ella murió. La mayoría de la gente piensa
en los conflictos como esos instantes en los que los soldados, tanques o
incluso aviones bombardean las casas y destrozan las vidas de las personas a
las que atacan, pero no, nunca debemos olvidar que hay algo más allá. La gente
muere a causa del hambre, de la inseguridad producida a posteriori de la propia
guerra, y mi madre, lamentablemente murió por la falta de asistencia sanitaria
en el parto. A pesar de su trágica muerte, el cielo nos bendijo con la llegada
de Ibrahim.
A
partir de ahí, nuestro padre percibió que todo había llegado demasiado lejos y
decidimos marchar al campamento de Buj-El
Shemili, aunque con ello dejásemos a toda nuestra familia atrás, y también
a buena parte de mis amigos que constantemente vaciaban los centros educativos,
ya sea por la muerte de algunos o por su marcha a algún muhayyamiin o campamentos del Líbano,
Cisjordania o Siria. Vivir en un campamento de refugiados como lo hacemos mi
familia y yo, no es creer que se trata del fin de todo lo malo, ya que todos lo que a diario vivimos aquí somos
conscientes del distanciamiento de la guerra, pero los problemas continúan. En
los campamentos del Líbano nos cuentan por
unos 220.000 residentes₃, y por supuesto, aunque sea triste
decirlo, no son contados los que no paran de llegar o encontrarán su refugio en
el futuro en alguno de los campamentos del país. El espacio público es inexistente,
por no hablar de unas infraestructuras en los campos de refugiados demasiado degradadas.
Calles sin asfaltar, pésima instalación eléctrica en las viviendas y cortes
frecuentes en el abastecimiento de agua potable, además de la evidente falta de
medios de comunicación, y unido a todo
lo anterior nos dificulta el día a día en las barriadas de los campos. Incluso
el suministro de alimentos se ve obstaculizado por los enfrentamientos, las
persecuciones y sobretodo el bloqueo, que sin duda alguna, se ha llevado a cabo
contra pueblo palestino dentro y fuera de sus fronteras. Por ello el hambre
está en primera orden del día en las calles de los campamentos, pero hay que
agradecer la ayuda internacional de muchas ONGs y personas dedicadas a
ayudarnos con cualquier problema que tengamos.
Pero
en fin, no pretendo cansarte con esta triste historia, y es lógico que hoy
quiera dejar el pasado atrás. Desde que llegamos al campamento hace tres años,
los palestinos nos hemos encontrado con muchos obstáculos para llevar una vida
normal. Tanto las barreras legales como las administrativas hacen a cualquiera
sufrir por encontrar algún trabajo con el que mantener a su familia. Sin
embargo, mi padre no ha dejado de sustentar a esta pequeña familia matándose
por encontrar alguna chapuza en la construcción con tal de ganar algo de
dinero, porque aquí los hombres que llegan carecen de formación para adquirir
un buen puesto de trabajo, e incluso gran parte de las mujeres, si tienen algún tipo de estudios no
encuentran trabajo por el simple hecho de ser mujeres. Así que gracias al
trabajo ofrecido a mi padre hace unos meses, por parte de una pequeña empresa
libanesa, y a los recados realizados a las vecinas con tal de llevarme algún
beneficio he conseguido ahorrar suficiente dinero para mi marcha a la
Universidad de Beirut. Y esta alegría es tan grande que es
posible ver brillar la luz entre tanta oscuridad. Estando en el último año del
ciclo de secundaria, nada me gustaría más que comenzar mis estudios superiores
y así, convertirme en una admirable historiadora, que aparte de luchar por los
derechos de las mujeres en este mundo, procuraré también hacer que la historia
del pueblo palestino no se olvide jamás.
Sueño
alguna vez con poder visitarte a Barcelona, y descubrir ese mundo del que tanto
me hablas. Un mundo que te proporciona todo lo necesario para vivir, y en el
que no hay necesidad de huir a otro país por miedo a que un tanque te aplaste en
tu propio hogar. Deseo volver a reencontrarnos en Ramala, pero mientras tanto
solo deseo labrar un futuro para los míos, pudiendo escapar lejos de este
infierno, y así algún día, poder hacer que los nuestros, incluidas nuestras
familias tengamos la oportunidad de volver a la tierra que nos vio nacer,
olvidando los horrores y dificultades pasadas durante años, deseando volver a
vivir en paz y con ganas de soñar con un futuro mejor para todos.
Te extraña, Seyyal Habibeh
¡Gracias, Eduardo!
[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]
Otra bella epístola, formato que parece predominante. Felicidades.
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