lunes, 2 de diciembre de 2013

Relato: Ma sha Allá

En el concurso de "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?" también participó Tania Hage con este relato en forma de correspondencia entre miembros de una familia palestina que viven entre los campo de refugiados de Ain El-Helwe y Sabra.
Ain El-Helwe, 26 de marzo de 2006

Ya Salma:
Hoy en clases de geografía hemos hablado de los países: sus banderas, sus gentes, sus idiomas, incluso los hemos ubicado en el mapa… He notado que, a pesar de vivir en Líbano, estamos marcados por una nacionalidad, una bandera y costumbres distintas. Al llegar a casa he vuelto a mirar en el mapamundi que nos dieron en clase y en él no he encontrado nuestro país. Mis padres me han dicho «Palestina estaba por aquí» trazando círculos imaginarios sobre Bint Jbail, luego han añadido «nos quedan algunos territorios». Se han quedado en silencio cuando he preguntado si, al menos, estos estaban juntos, como una familia. 
Vivimos aquí, nos llaman refugiados y nos llaman palestinos. ¿De qué o de quién nos protegemos? ¿Estábamos en Palestina antes de venir aquí? Y, si es así, ¿por qué no podemos estar en nuestra tierra? Mi madre dice que ella recuerda vagamente algunas escenas violentas que obligaron a sus padres y abuelos a huir hacia otros países llenando sus manos solo con las manos de sus hijos. Pero, ¿desde y hacia dónde huyeron?
Ya habibi, Salma, no es mi deseo agobiarte con preguntas; no sé si entiendes mi inquietud.
Saludos a tía Salwa y al tío Hajjâj.
Un abrazo de tu primita que te quiere y admira,
Ahlam

Sabra, 16 de abril de 2006
Habibi Ahlam:
Es normal que a tu edad te hagas preguntas como estas. La historia es larga y está llena de heridas que no sé si cicatrizarán con el tiempo. Trataré de explicártelo y que lo puedas entender.
Hace muchos años había un país en el que vivían personas de diferentes culturas, religiones e idiomas en perfecta armonía. Su convivencia se basaba en el respeto y la aceptación del prójimo. Un día, llegaron unos señores desde otro país muy lejano asegurando que habían venido para protegerlos. Tiempo después, estos señores trajeron muchas personas que nunca habían vivido en esa tierra de gente tranquila. Los habitantes de aquel lugar les recibieron con cariño, incluso les ayudaron a establecerse. 
Al principio, las personas que llegaban de fuera parecían estar tristes porque habían sufrido muchas desgracias y malos tratos, pero unos años más tarde cuando ya eran muchos en aquella tierra, estos nuevos integrantes se pusieron muy furiosos. Tal era su descontento con todos lo que vivían en aquel país que ya no querían compartirlo con nadie y decidieron que lo cambiarían íntegramente para que se pareciera más a ellos. Los protectores presintieron la ira de los nuevos y, como si de un juego de Taule se tratara, «recogieron sus fichas» y adelantaron su partida saliendo victoriosos. Cuando se marcharon le dijeron al mundo y a la historia que habían cuidado bien a aquellos habitantes. Los nuevos pobladores echaron de allí a los que antes vivían en armonía, no les dejaron volver ni a sus casas ni a la tierra donde nacieron. Derrumbaron todos sus edificios históricos, cambiaron las formas de vestir, de escribir y, sobre todo, las leyes. Cambiaron todo hasta que dejó de parecerse al país al que habían llegado. Entonces, los nuevos habitantes le negaron al mundo, incluso a la historia, que allí hubiese existido otro país antes que ellos. 
Cuando yo tenía tu edad, mi madre también me contó esos recuerdos turbulentos que mencionas. Mi madre iba de la mano del abuelo y la tuya iba de la mano de la abuela. 
Ya Ahlam, no quiero que te inquietes con esta historia. Sólo confía en que algún día volveremos a tener nuestra tierra y entonces tú, yo y todos sabremos señalar claramente en un mapa dónde queda Palestina.
Abrazos para ti y tu familia. Sigue aprendiendo en la escuela, mi chiquitita linda.
Tu prima,
Salma. 

Ain El-Helwe, 26 de noviembre de 2006
Khalti Salwa:
Estoy muy triste y extraño mucho a mi prima querida. No paro de preguntarme por qué le tuvo que pasar a ella. 
¿Han sido los hombres furiosos de los que me habló Salma los responsables de toda esta desgracia, de toda esta violencia? Si ya tienen nuestras tierras, si nos han echado de nuestras casas, ¿por qué nos siguen hasta aquí para hacernos daño? ¿Qué les hicimos?
De un día para otro todas nuestras casas, nuestras familias, nuestras almas se han visto mutiladas. Todavía resuenan en mi cabeza el eco de las explosiones, del llanto de las vecinas desesperadas llamando a sus hijos, el olor a pólvora y a muerte apoderándose del aire y de nuestro futuro. Aún hoy no podemos descansar dos horas seguidas: El estruendo de los aviones sobrevolando nuestras cabezas nos recuerda que alguien está al acecho de nuestros movimientos. ¿Qué nos espera?
Ya Khalti Salwa, recibe un fuerte abrazo de tu sobrina que te quiere mucho y que comparte contigo el dolor que te ha tocado vivir. 
Ahlam

Sabra, 11 de enero de 2007.
Ya Ahlam, ¡ya habibi!:
Gracias por seguir enviando tus cartas. Con tus manos das vida a las palabras de nuestra amada Salma y eso reconforta mi corazón. Su partida a destiempo nos ha arrastrado a todos a una muerte en vida.  Ma sha Allá. 
Ya Ahlam, sí. Nos siguen atacando ellos, los que nos echaron de Palestina. Y tal como dices, «De un día para otro todas nuestras casas, nuestras familias, nuestras almas se han visto mutiladas», y yo agregaría «una vez más». Nos atacan porque no quieren que reclamemos lo que nos arrebataron, porque nos quieren callar, porque no quieren que regresemos. Y mientras estemos aquí saben que están en deuda con nosotros.
Un beso muy grande, sobrina preciosa. No guardes rencor de lo que estamos viviendo ahora. Aférrate a la idea de que tarde o temprano regresaremos a esa tierra que nunca ha dejado de ser nuestra. Estoy segura de que volveremos. Así sea cuando nos hayamos fundido con el polvo y el viento nos empuje hacia el sur, hacia nuestro hogar. 
Tu khalti Salwa.


¡Gracias, Tania!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]


viernes, 29 de noviembre de 2013

Relato: Líbano

Compartimos el relato de Alfonso Ramírez de Arellano que participó en el concurso de relatos "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?" con esta conversación a través de la red entre un periodista y una niña refugiada en Líbano.

-Hola Caracol
-Hola Camelia
-¿Vas a decirme tu nombre o te llamo Caracol?
-Mi nombre es Luís Fernando. 
-Vale, creo que te llamaré caracol. Parece que estás buscando a alguien para hablar de los palestinos que vivimos en el Líbano 
-Así es.
-¿Por qué?
-Soy periodista y quiero escribir un artículo sobre vosotros
-No has encontrado en el chat a nadie más. Yo sólo tengo doce años
-Me interesa conocer la visión de una niña como tú sobre cómo es vuestra vida. Además he visto lo que escribes y me gusta cómo te expresas.
-¿No te parezco un poco pequeña?
-No, me parece que tienes una edad ideal. No eres una niña pequeña ni eres tan mayor que sólo piense cosas de adultos.
-Me gusta lo que dices, pero te advierto que tengo responsabilidades….  Se llaman Ikram y Aya, son mis hermanos pequeños y debo cuidar de ellos. Pero si te interesa lo que pienso, puedes preguntar. A mí me gusta contar.
-Vale, muchas gracias. Ahí voy: ¿Dónde vives?
-Vivo en Rashidieh, en “el campamento nuevo”.
-¿Cómo es la vida en un campamento?
-Bueno te diría que como en cualquier parte. Te levantas muy temprano, haces el desayuno, los padres que tienen trabajo van a trabajar, muchas madres se ocupan de la casa, las hijas mayores como yo ayudamos en las cosas del hogar y con los hermanos…. En fin como todo el mundo, lo que pasa es que luego ves por la televisión como viven los americanos o los franceses, por poner un ejemplo, y te das cuenta de todo lo que nos falta: los ordenadores, el plasma, a veces la electricidad y el agua corriente, las bicis nuevas, el autobús escolar, la ropa, las casas bonitas con jardín, qué se yo.  
-¿Cómo es el clima donde vives. Hace frío o calor?
-Bueno, en verano hacer calor, pero algunas veces he ido con mi familia a la montaña y allí sí que hace frío.
-Hace mucho tiempo que vives ahí.
-Siempre he vivido aquí, aunque a veces sueño que he vivido en otro sitio. Mis padres hablan de Palestina constantemente y sus amigos también. De tanto mencionar esos lugares: la medina, la casa del abuelo con su patio y su limonero en el huerto, el horno donde iban a cocer el pan y todo eso, me parece que los conozco. En sueños he jugado muchas veces en las calles de Palestina y he sido muy feliz. Allí soy como una niña rica. No tengo que trabajar, me paso todo el día jugando o estudiando y no tengo que estar pendiente de mis hermanos, tenemos un ama, Yamala, que se ocupa de nosotros y un profesor particular, Josué. Los nombres los he sacado de las historias de mis padres cuando eran pequeños.
-Y aquí ¿tienes amigos?
-Sí, aquí es donde están mis amigos Anan, Diyan, Mohamed… después de las clases en la escuela siempre jugamos un rato.
¿A qué jugáis?
-A lo mismo que todos, al coger, a rayuela, a haspartum
-¿Qué es haspartum?
-Es un juego de pelota, le gusta sobre todo a los chicos, pero jugamos todos. Lo pasamos bien.  También tengo muchos primos, pero están en Palestina. Nunca los he visto, pero sus padres escriben y cuando podemos chateamos. A ver si te puedo mandar una foto, todavía no sé muy bien como ponerlas en internet, pero mi amigo español me ha dicho que me va a enseñar en su PC.
-¿No me digas que tienes amigos españoles como yo?
-Si, son mayores, Sandra de una ONG y Jordi que es soldado. Ellos son los que me dejan usar su ordenador y me han enseñado algunas palabras en castellano: Hola, buenos días, amiga, guapa 
-Ya veo que sabes hacer amigos y divertirte. Pareces feliz.
-Bueno, casi siempre. 
-Casi..
-Lo peor es la cara de tristeza de mi padre cuando se pone a recordar y el miedo en los ojos y las manos de mi madre cuando se oyen tiros a lo lejos o carreras de policía o soldados en la calle. Entonces a ella se le pone esa cara tan rara, se queda rígida y muda y le tiemblan las manos. Yo se las cojo y le digo que no va a pasar nada. 
-Y tú ¿no tienes miedo?
-No, que va. A mí nunca me ha pasado nada, ni a nadie que yo quiera. Sé que hay gente que lo ha pasado muy mal. Sé que hay cosas malas y gente que muere, pero yo solo siento miedo cuando lo veo en los mayores o se me escapan los pequeños. A mi no me va a pasar nada.
-Estoy seguro de eso. ¿Te gustaría vivir ahí toda tu vida?
-Bueno me gustaría ir a Palestina que es “nuestra patria”, pero también a Suiza. No tengo ni idea de cómo es, creo que hace mucho frío y hay árboles parecidos a nuestros cedros. Aquí todo el mundo dice que este país era la Suiza de oriente. Y cuando lo dicen se les pone los ojos soñadores, como cuando cuentan un cuento o recitan una poesía. Aquí los mayores casi nunca tienen esa expresión, siempre están serios, preocupados y concentrados en alguna tarea. ¿Palestina?, sí, claro, pero a veces veo mucha rabia o dolor en las personas cuando la mencionan. Suiza parece más alegre…. Pero no se lo digas a mis padres porque les darías un disgusto.
-¿Qué quieres ser mayor?
-¿Y eso que tiene que ver con lo que estamos hablando?
-Perdona, ¿te ha molestado la pregunta?
-No, es que… creo que ya soy mayor.
-Pero, Camelia, tú estás estudiando, tienes doce años y toda la vida por delante para ser lo que te propongas.
-Sí, claro, tienes razón. Perdona, tengo que irme a recoger a los pequeños y ayudar a mi madre con la comida y la ropa. Mañana hablamos otro rato ¿sí?
Claro que sí, bonita. Mañana y cuando tú quieras. A la misma hora que hoy?
-Vale.

¡Gracias, Alfonso!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]

martes, 26 de noviembre de 2013

Relato: Pelea. Resignación. Nostalgia

En el concurso de Familias refugiadas en Líbano ¿Que ves tú? participó Cristina Mendive con estos tres breves relatos sobre la ausencia de patria y el sentimiento de nostalgia. 

Artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948:
        1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
Abdel se agazapó entre las zarzas, veloz como una liebre asustadiza, al oír las rítmicas pisadas que se acercaban desde su izquierda. Realizó un apremiante gesto con la mano libre a su primo Abu para que también se acuclillara entre los matojos y, después, delicadamente posó en tierra los tablones que ambos transportaban en la oscuridad.
Las siluetas de los soldados libaneses se iban aproximando y, con cada nuevo paso, la angustia de Abdel se iba acelerando hasta tener el convencimiento de que, tal que tensos tambores, sus palpitaciones podrían ser oídas a kilómetros de distancia.
Venían conversando despreocupados, intercambiando tabaco y quejándose de las desventajas del turno nocturno. Más peligroso o más tedioso, según se viera. Una inoportuna casualidad llevó a que se situaran justo al borde del terraplén bajo el que se parapetaban Abdel y su primo.
Abu temblaba tumbado en la pedregosa tierra; agarrotadas las manos mientras aferraba impulsivo los tablones para que ninguno resbalase ladera abajo. Abdel comenzó a rezar. Era demasiado a lo que se había expuesto para ahora abandonarlo todo de un plumazo.
Pensó en Sanaa; su amada Sanaa. En sus ojos almendrados y sus apetitosos labios. En su adorable timidez cuando se tapaba la boca al reírse. En su fortaleza cuando caminaba infatigable, días tras día, hasta el dispensario, a tres kilómetros de distancia, en busca de los medicamentos que necesitaba su padre y que, por bloqueos o al ser requisados, en multitud de ocasiones, nunca llegaban.
Deseaba regalarle un hogar de verdad. Un lugar propio en que acurrucarse al terminar el día, ajenos al desaliento de la realidad que los rodeaba. Un escondrijo secreto en el que evadirse de la cárcel en la que moraban desde hacía años. Un edén limitado pero, al mismo tiempo, liberador.
Pero, dentro del campo de refugiados de Badawwi, no les estaba permitido edificar más viviendas. Los refugiados palestinos no eran ciudadanos en Líbano; no estaban reconocidos; eran apátridas. Badawwi era una amalgama de terrosas viviendas que pugnaban por elevarse unas encima de las otras, en un vano intento por huir de los asfixiantes callejones en los que prácticamente no penetraba luz ninguna. Vivían asomados a ventanas que les deparaban vistas espejo de sus vidas. Un muro -el de la vivienda de al lado- igual al que se erigía tarde o temprano en sus mentes, que les cercenaba las expectativas, les coartaba la libertad y les conducía a la depresión... O la pelea.
Abdel era de estos últimos. Había decidido no dejarse vencer y, mediante la venta de algunas antiguas joyas de su abuela, había conseguido adquirir los materiales suficientes para construir, ilegalmente, una vivienda encima de la de sus padres.
Ahora tan solo debía transportar el cargamento clandestinamente desde la zona libanesa hasta el campamento de refugiados. Y trabajar a tiempo nocturno.
Volvió a evocar a Sanaa. Sus delicados tobillos. Su risa inocente. Contuvo el aliento una vez más y rezó de nuevo, tan solo deseando que los tablones no emitiesen ningún ruido, que los guardias continuasen su ronda y que él pudiera llevar a cabo, finalmente, su valiente odisea.

“Para asegurarse de que los palestinos expulsados no regresaran y reclamaran sus posesiones les declararon “ausentes”: al estar el dueño “ausente” Israel podía expropiarle. Los recién llegados ocuparon las casas vacías de los palestinos expulsados.”
Un país borrado del mapa
Salman Abu Sitta
Me gusta ir con el abuelo. Antes, a las tardes, solía ir a jugar a la pelota con mi hermano Abdel pero ahora está muy ocupado. Está distinto y grita todos los días. Le molestan los ruidos y se sobresalta ante voces extrañas que llegan desde el callejón. Sé que no duerme en su cama desde hace semanas, que llega al amanecer y de puntillas pasa por encima de mí, agotado, para desplomarse a mi lado y dormitar durante toda la mañana en un sueño agitado.
Por eso voy con el abuelo. Me gustan sus historias de cuando era pequeño, como yo. Pero creo que su memoria hace tiempo que viajó a otras tierras o se extravió por el camino como la abuela, que salió una mañana de casa para ir al mercado y ya nunca volvió. Pero no puedo hablar de esto, porque mamá cambia la sonrisa y se da la vuelta cerca del patio, tapándose con un trapo. Dice que le da alergia el polvo de la tierra, pero yo sé que no es verdad. Yo sé que llora por la abuela.
Ahora el abuelo cuenta cuando en la huerta recogían los limones. Dice que tenían los limones más brillantes y aromáticos de todo el pueblo y todos los vecinos les envidiaban. La abuela, mi mamá, mis tíos y primos -a los que no conozco más que en fotografías- también ayudaban, y luego exprimían el jugo, lo mezclaban con azúcar y hielo y lo bebían golosos tumbados sobre un mantel, bajo las frondosas y amigables ramas de los árboles. Allí protegidos del inclemente sol pasaban la tarde desgranando historias de nuestro pueblo y nuestros parientes. Se jugaba y se hablaba del futuro, de los proyectos de cada uno, siempre atendiendo a los sabios consejos de los mayores.
Y mamá reía. Lo hacía tan alto y tan potente que los pájaros huían volando de entre las ramas, prestos a buscar lugares más apacibles. Me gusta esta historia pero mi abuelo es un mentiroso. Yo jamás he oído reír a mamá así, ni he visto crecer cientos y cientos de limoneros en huertas. Me pregunto por qué no podemos volver a un lugar tan hermoso si aquí solo hay callejuelas que huelen a aguas descompuestas, edificios que se desmenuzan y adultos preocupados.
Yo hago lo que puedo. Cuando mi abuelo se queda ausente ha concluido el relato. Entonces su rostro se queda mustio e incluso triste. Recojo el trozo de piedra que he traído conmigo y dibujo en el suelo surcos ondulados imaginando un limonero. Luego tomo los dedos de mi abuelo y le hago recorrer las suaves líneas del trazado. Es entonces cuando mi abuelo vuelve a sonreír débilmente musitando en bajo tono... Mi limonero.

“Lejos de los ojos, lejos del corazón”. En árabe: بعيد عن القلب ، بعيد عن العين
Cuando pasa mucho tiempo sin ver una persona, tus sentimientos son cada vez son más fríos hacia él o ella. (Dicho popular árabe)
“¿Dónde está? ¿Dónde está?”
Leyla revuelve las prendas una y otra vez, rebuscando angustiada entre los ajados cajones de la cómoda.
“Estaba segura de que las guardé aquí, en el cofre de metal... No es posible que desaparezcan sin más. Si al menos Abdel estuviera aquí, me ayudaría a buscar.”
Pero la realidad la supera y termina desplomándose en el suelo, descorazonada, afligida; bañada en amargas lágrimas que hablan de una fatiga e impotencia infinitas. El último lazo que la mantenía unida al recuerdo de su madre no está. Los pendientes que un día luciera en sus diminutas orejas y  las pulseras de plata que siempre tintineaban en su muñeca se han evaporado por arte de magia. Todavía puede evocar el destello reflejado en el relieve cincelado de las mismas, en aquellas felices tardes en las que se juntaban todos en la huerta de su padre. Entonces su madre se quitaba las pulseras, una a una, y se las dejaba a Leyla quien imaginaba que era una princesa árabe.
Hasta aquel día en que el ejército israelí penetró en su pueblo y les expulsaron de sus casas alegando que podía haber terroristas. Y ya nunca les permitieron volver. Aquella mañana su madre había salido temprano al mercado. En el barullo de la revuelta un soldado la golpeó con el arma y su madre dio con la nuca en el duro pavimento. Ni siquiera pudieron enterrarla.
Sin el contacto real de las joyas, su imagen se diluirá poco a poco; aguada por el tiempo y la distancia a su hogar, a su pueblo, a su tierra. Se encuentra como un espectro en zona de nadie, es un no-ciudadano en un país inventado. Agotada, Leyla zozobra en la nostalgia, dejando vagar libres, los recuerdos de tiempos en los que se les permitía ser dueños de su destino.

¡Gracias, Cristina!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Relato: Pan de cada día

Este relato de Marcelo Rocha sobre el valor de cada vida también participó en el concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?".

La compañía Sierra patrullaba las calles de la ciudad del Líbano, la guerra había terminado pero todavía continuaban las patrullas de reconocimiento de algunas zonas, durante la mitad de su recorrido el operador de radio recibía de la base central la alerta de un coche bomba, El operador inmediatamente se lo comunica al Capitán, esté ocultando su nerviosismo pide la radio para comunicárselo al resto del convoy.
-Aquí Sierra para toda la malla, tenemos un aviso de alerta, es más que probable que haya un coche bomba en la dirección de nuestro recorrido, vamos a desviarnos hacia la ruta Bravo.
Todos los operadores de radio del resto del convoy daban el recibido y en cada vehículo el nerviosismo se tomaba de distinta manera, algunos soldados iban nerviosos y en especial el soldado Dávila, era el tirador de ametralladora del último vehículo del convoy, estaba muy nervioso y para él todo lo que había a su alrededor era peligro, aquella alerta le inquieta más que a los otros, sobre todo el coche bomba, pensó que lo más seguro era que podía venir por detrás y explotar cerca de él, porque esa era la manera en que lo hacían.
Todo el convoy cambio de ruta y se disponían a regresar a la base, pero la ruta que habían tomado estaba atascada de vehículos civiles. Ellos al ser militares se metieron en medio de la calle y no dejaron que nadie les adelantara, el soldado Dávila siendo el tirador del último vehículo hacia señales para que ningún vehículo se acerque al convoy; la mayoría de la población respetaba las señales pero alguna que otra persona se atrevía a acercarse más de lo debido, Dávila pudo ver a una motocicleta que venía a gran velocidad, esquivaba a varios vehículos y pronto llegaría a su posición, intento avisar a su Sargento para que le diera permiso para disparar, pero viendo que no tenía tiempo y para que la motocicleta se detuviera empezó a disparar en su delante, el sonido y los rebotes de las balas hizo que la motocicleta se detuviera y aquel hombre hiciera una seña de implorar, varias personas civiles se asustaron porque los rebotes de las balas impactaban en las paredes de la calle. El sargento que estaba a cargo del soldado se acercó a él y pidió que controlara su nerviosismo y que evitara disparar, el soldado quiso dar explicaciones pero su sargento no le dejo.
El poco tiempo los vehículos civiles nuevamente se acercaban a su posición,
Dávila hacia señas pero nadie le pretendía hacerse caso, poco a poco seguían acercándose, al cabo de unos 10 minutos los vehículos civiles empezaron a quedarse rezagados, y guardaban gran distancia del convoy, el soldado Dávila vio como algunas personas detenían sus vehículos y pensó que habían al fin le habían entendido, muy sonriente se dio la vuelta avisando a sus compañeros que había logrado detenerlos, pero durante esos dos minutos que estuvo de espaladas a la retaguardia vino el coche bomba por detrás del convoy y explosionó en su vehículo, ese coche bomba había estado estacionado a un borde la carretera y nadie se había percatado, todos los miembros del vehículo habían quedado gravemente heridos. Toda la calle era un caos pero lo peor de aquel atentado eran las victimas que estaban en la calle, eran personas inocentes y varios eran niños. Pronto los otros vehículos del convoy resguardaban la zona para retirar a sus compañeros. Los llevaron al hospital y pudieron salvar a todos, excepto al tirador, sus heridas habían sido muy graves y poco antes de que llegara al hospital había muerto.
El Sargento estaba muy triste por la pérdida de su soldado, durante una semana se recuperó en el hospital. Al final de aquella semana con la mejora de sus heridas y pudiendo caminar pidió recibir el alta hospitalaria para volver a patrullar, el médico que era Búlgaro le dijo que no era buena idea.
-Lo mejor será que no vuelva a salir, no es bueno para usted ni para el resto de su compañía –se lo recomendaba afectuosamente.
-Hago lo que quiero y quiero irme de aquí –le dijo enfadado por esa forma de expresarse del médico.
-¿Sabe usted para que quiere salir? –le preguntó el médico, vio que el sargento no podía contestar pero aun así espero a su respuesta.
-Es mi trabajo –le replicaba dubitativo –además mi soldado está muerto y tengo que hacer honor a su nombre.
-¿Ahora quiere matar? ¿Morir?... ya no está en condiciones de hacer este trabajo – se lo recordaba enfáticamente.
-Toda la compañía y la Unidad en general está de luto, se han metido con una persona inocente –expresaba el sargento algo melancólico.
-Pero…¿sabe usted cuantas personas murieron? …Me refiero a personas civiles, me sorprende que todos hablen de un soldado pero no por todas aquellas personas inocentes que ahora mismo están muertas.
-Pero…eso no es nuestro problema, nosotros estamos aquí para otra cosa.
-¿Me lo puede decir?
-No es nuestro problema, porque no lo deja –le dijo esquivamente.
-¿No es nuestro problema?…-repitió el médico vagamente-. Este problema es de todos, pero está bien, no es su problema ni el de su unidad. El problema debe ser la población y no de ustedes.
-Con ese sarcasmo no me dice nada claro.
-Solo quiero que sepa que con esa actitud no se puede venir a ofrecer paz y seguridad. Sí los militares han ayudado este aquí, pero…….eso fue antes, pero los coches comba de ahora están porque ustedes continúan, ahora mismo los militares ayudan muy poco o escasamente a la población…por cierto, hay muerto veintitrés personas inocentes que perdieron la vida, debería de ponerse a pensar también en ellos…son por estas razones que la población huye de este lugar.
-Poco o nada me interesa.
-Por eso mismo se lo digo, sé que no me escuchará; pero, si intentara ponerse en
su lugar; se daría cuenta de lo que significa abandonar tu hogar.

¡Gracias, Marcelo!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]

miércoles, 23 de octubre de 2013

Relato: Donde a libertarse empiezan

Fernando Ortín participó también en el concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?" con una reflexión de un joven palestino sobre su vida y la paz.

Un desliz de ropa sobre ropa despierta la mañana soñolienta del Líbano, y me voy desperezando conforme dos sonrisas delante de mí se van haciendo cada vez más amplias, como si pretendieran que yo les contestara con otra del mismo tamaño para quedarse tranquilas. Mi tía, que es palestina como yo, siempre me ha dicho que lo horroroso tarda muy poco tiempo en imponerse sobre el mundo, pero que lo hermoso necesita de un camino lento en que fraguarse; que cuando llega, todo lo anterior desmerece el recuerdo siquiera, y que sólo un minuto puede dar sentido a varias generaciones, y una vida pequeña a otras tantas defunciones combativas y largas. Mi tía escribe versos sin orden aparente y sin estudio previo; cuando le llega, dice, una luz de no sé qué lugares remotos, me cuenta, su mano no tiene gobierno que la reprima y se libera de todo lo que le rodea en busca del auxilio de un papel o un cartón o un mantel cualquiera, y en trazas grandes, y en otras pequeñas, con una caligrafía tortuosa, impaciente ante el miedo de perder en la forma el sustento que a ella le motiva la alerta del instante fugaz de la idea, escribe, pero escribe y escribe y el tiempo es sólo entonces para ella un juguete triste inventado por el hombre de extrarradio, el cual no sabe lo que es un pueblo tan pequeño y tan cercado como el nuestro. Y el tiempo, para ella, y a veces, he de decirlo, para mí también (me estaré haciendo mayor), es una aventura extramuros de hombres foráneos que imagino con tres cabezas y con pezuñas enormes; con bebés gigantes que ya hablan al nacer y con platillos volantes aparcados en los garajes de sus casas. El tiempo aquí a veces no tiene significado y se pervierte como una gota en un océano. Como un planeta solo y mínimo en un universo de grandes e infinitos soles. Mi tía dice que para qué un reloj si ella no necesita contar los minutos para saber que en cada uno su amor hacia mí crece exponencialmente, y hacia todos cuantos aquí estamos, a veces sedientos de mares y tierras, a veces colmados de gozo y de paz. 
Yo no sé qué es una esfera que no esté dibujada en un papel, o miniaturizada en una canica con que juego a veces; pero me han dicho que la residencia en la tierra es redonda, y si andas más allá de todo y de todos sin mirar atrás acabas volviendo al punto de partida. Y digo yo, incluso, y espero que perdonen ustedes, ¿para qué quiero yo liberarme de lo que dicen que nos ata, si al salir seguiré estando subyugado por unos pies que pesan demasiado y que no me dejan volar, y por unos horizontes que principian y terminan en sí mismos porque no son sino espejismos que nos traen de vuelta siempre para nunca acabar el camino? Y yo digo, y perdonen la tontería (hoy me desperté pero aún sigo soñando), ¿pará qué correr más lejos si aún no he perfeccionado mi técnica, si aún me tropiezo en las piedras que salen a mi paso en cada recodo, para qué ansiar nuevos cielos, si el mío aún no para de llorar por un pueblo desahuciado dentro de sus límites? Y me pregunto, y perdonen si me estoy desbocando en mi locura mañanera, ¿para qué aspirar a nuevas gentes que aún no despoblaron su odio hacia otros hermanos que los aman, pero que no son correspondidos? Perdonen ustedes, señores míos, pero yo os perdono tanto sin saber qué perdonar ya, que me gustaría que os unierais en este cántico de paz conmigo, aunque sólo sea por un momento de insólita cordura, sí, cordura y paz, si es posible. Y que lo gritéis como yo estoy gritando ahora por que todo cuanto existe se rinda ante el poder de la redención común, y así, de algún modo, la lluvia de mañana sea el baño original de la raza humana, con que poder borrarnos las rayas negras y marrones de unas guerras cada vez, si es posible reducir lo imposible, menos justificadas.
Mi tía a veces escribe versos desordenados pero con mucho tino. A mí me parece que ella al escribirlos y yo al leerlos ya empezamos a desgarrarnos las vestiduras que no sirven más que para ocultar la vergüenza por ser hermosos; a mí me parece que esto que siento en el estómago y quizá un poco más arriba cuando leo poesía, esto que no sé explicar, podría empezar por definirlo como un principio de liberación. Liberación que necesita consumarse en el espectáculo del mundo tangible, pero que a mí de momento me abastece de innumerables sentimientos de empatía y hermandad; a mí me parece que la paz, que está esperando a que alguien grite en la multitud: ¡adelante!, se escribe con versos sencillos pero encendidos, con versos que a todos nos hagan pertenecernos.
Mi tía y mi tío me despiertan cada mañana con una sonrisa iluminada, pero yo, idiota, siempre me giro para seguir durmiendo un poco más. Y sólo me levanto cuando ya mi tía no entiende de sonrisas, ni de gestos cariñosos. Quizá me esté arrepintiendo mientras estoy escribiendo lo que ustedes leen, en este preciso instante, de no devolverles lo que ellos por amor me hacen llegar cada mañana. Quizá sea ésta la declaración última de un niño que cada vez es menos niño, pero que no quiere perder lo que los niños mejor saben hacer. Yo quiero seguir siendo cariñoso sin dejar de ser hombre maduro, yo quiero seguir llorando sin dejar de ser masculino, yo quiero seguir vibrando al leer poesía sin dejar de ser un hombre práctico. Porque, sobre todo, no quiero ser como he estado siendo en estos últimos días, ya que me asusta la idea de que se trate de un síntoma de una transición mal conducida, a raíz de la cual casos ha habido de otros hombres que han perdido el corazón caliente, y posiblemente hayan empezado combates sin justificación alguna. Quizá ya me haya arrepentido de no devolverles una sonrisa a mis tíos, porque una sonrisa no cuesta nada, y a lo mejor sea peor el sentimiento cuando me despierte y no estén ellos sonriéndome. 

¡Gracias, Fernando!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]

martes, 1 de octubre de 2013

Relato: Diálogo no epicúreo

Tras un breve parón, volvemos a reanudar la marcha del blog con otro de los relatos que participaron en el concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?". Hoy compartimos el relato de Sandra Monteverde  sobre la historia de Atiya, una joven palestina nacida en el campamento de refugiados de Nahr al Bared.

Me sentía cansada y con un sordo dolor de cabeza, seguramente a causa del montón de horas que había estado sentada delante del ordenador, buscando información sobre los campamentos palestinos en el Líbano. Me metí en la cama pensando en que no importa de dónde procedan, todos los refugiados son víctimas de las mismas miserias.
Al cerrar los ojos, me vi frente a una joven de hermosos ojos almendrados, quien compartiendo conmigo su historia, (soñando, no había barreras idiomáticas) me ayudó a ordenar mis ideas, acerca de todo lo que había leído.
- Háblame de ti – le pedí.
- Me llamo Atiya, - me contestó - tengo 16 años y soy palestina, de Saffourieh. - E inmediatamente agregó - Realmente allí nació mi abuelo; él llegó a los campamentos en 1948, después de la Nakba, ya sabes, la catástrofe. Todos los de la familia somos consientes de que Saffourieh ya no existe y que allí hay un nuevo asentamiento, pero no se lo decimos al abuelo, porque él sueña con volver a su ciudad, de la que no se cansa de hablar y según nos cuenta, era hermosa y estaba construida sobre ruinas romanas.
- ¿Dónde naciste tú entonces? – le pregunté, intrigada por su explicación.
- En el campamento de refugiados de Nahr al Bared, pero desde que fuimos desalojados de allí hace 6 años, vivo en el de Beddawi. Cuando llegamos aquí, nos quedamos en la que después fue mi escuela, ya que era el único sitio disponible para acoger a los que veníamos huyendo de los combates. Compartíamos un aula con otra familia y la habíamos dividido con una lona para tener algo de intimidad. Así vivimos varios meses, hasta que nos dieron una casa, por que un señor murió y quedó vacía. Nosotros los refugiados no somos dueños de ninguna propiedad ni podemos heredar. Tampoco tenemos derecho a estudiar en las escuelas libanesas, por eso construimos las nuestras, ni podemos trabajar fuera de los campamentos, ya que es muy difícil conseguir permisos y si se lo logra, nos pagan menos y no tenemos Seguridad Social ni seguros médicos.
- Se nota que eres una persona informada…
- Algunos me acusan de ser demasiado curiosa, - me dijo, disimulando una sonrisa - pero otros me cuentan cosas… dicen que de esa manera, amplío mis horizontes. Aquí hay demasiados limites, ¿sabes?
- ¿A qué tipo de limites te refieres?
- Estamos limitados a vivir en estos campamentos (hay 12 en todo Líbano) y no tenemos documentación, ni palestina ni libanesa, así que no se nos permite andar libremente, además para salir o entrar a los campamentos, hay que pasar por innumerables controles. Solo podemos estudiar lo que Líbano nos permite; yo quisiera ser doctora, pero esa es una de las más de 70 profesiones que nos están vedadas. Económicamente dependemos de las ayudas internacionales que cada vez son menores y ni siquiera podemos cultivar la tierra, pues muchos de los campos que rodean los campamentos, están plagados de bombas sin estallar. El gobierno libanés alega que si no hay reciprocidad, no podemos exigir derechos. 
- ¿A que te refieres con reciprocidad?
- Si un ciudadano libanés puede ir a otro país y ejercer ciertos derechos, aquí, una persona procedente del mismo sitio, tendrá exactamente los mismos derechos, pero ¿cómo puede haber reciprocidad si ellos no reconocen al Estado Palestino?
- Háblame de tu familia – le sugerí.
- Mi padre es palestino, mi madre libanesa, tengo 3 hermanos de 6, 8 y 9 años y todos estamos considerados palestinos, o sea apátridas. Mi madre fue expulsada de su casa en Trípoli, porque era una vergüenza para su familia que se hubiera enamorado de un refugiado. Están casados pero Líbano no reconoce el matrimonio civil y dice que cada quien es lo que es su padre, así que no tenemos ningún privilegio por ser hijos de una libanesa. Mi madre trabaja fuera de los campamentos, pero tiene que sufrir las burlas de sus conciudadanos que la desprecian por haber elegido estar aquí. Si se fuera, no podría llevarnos con ella y eso la mataría. Incluso algún palestino también le ha llamado traidora y espía. – En ese momento se iluminó su rostro y agregó - Eso me recuerda que un día un médico amigo me leyó un poema y siempre recuerdo una frase que decía algo así como que en todos lados hay “gente mala que cuando camina, pudre la tierra”.
- “Mala gente que camina y va a apestando la tierra”. Es de de Antonio Machado, un poeta español.
- Siiiiiiiii, ya lo recuerdo. Pues eso, que en todos sitios hay buenos y malos y aquí no es la excepción. Otro gran problema es la salud, ya que si bien hay centros de atención sanitaria, tienen muy poco para ofrecer y a veces, si se necesitan medicamentos, hay que recurrir al mercado negro o pedirle a alguien que pueda salir que los consiga en la ciudad. Mi madre lo ha hecho muchas veces, pero de eso hay gente que se olvida, a la hora de insultarla. Perdóname, pero… ¿puedo preguntarte algo? - me dijo tímidamente.
- Por supuesto - le respondí -. Lo que tú quieras.
- Hace un tiempo, una enfermera voluntaria me contó que antes de venir aquí, ella había estado en otros campamentos de refugiados que  tampoco tenían patria y vivían como nosotros. ¿Es verdad eso?
- Lamentablemente sí. Hay mucha gente que por cuestiones político-económicas, han sido desalojados de sus tierras, se han refugiado en otros países y también sueñan con volver algún día. Un ejemplo que conozco de cerca, es el de los saharauis, porque fui madre de acogida durante cuatro veranos, de una niña que se llama Malouma y que hoy tiene tu edad. ¿Por qué me lo preguntas?
- Es que me parecía mentira que la injusticia que sufre mi pueblo, también la vivieran otras gentes. ¿Sabes que Atiya, mi nombre, significa Presente? Y eso, junto con la historia, es lo único que realmente tenemos los palestinos y todas las demás personas que viven desplazadas. Pero si bien es cierto que nos cercenan los derechos, nadie puede quitarnos los sueños y con ellos, mi pueblo, el de Malouma y tantos otros,  tendremos que forjarnos un futuro…

¡Gracias, Sandra!




[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]


martes, 27 de agosto de 2013

Relato: De Yafo (Tel Aviv), al Líbano. Mi vida en Ein El-Jilue

Margarita Roldán cuenta la historia de Samra un joven que vive en el campo de refugiados de Ein el-Jilue de Líbano. Este relato que os animamos a leer también participó en el concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?". 

13 de Abril de 1900: 
Me llamo Samra, tengo diez años y vivo en Yafo.  Me dan mucha pena los judíos condenados a cambiar todos los años de casa. El Profeta (La paz y las bendiciones de Dios sean con él) dice que la gente del libro, debe ser respetada y yo no entiendo porqué les tratan así. 

13 de Abril de 2013: 
Mi nombre es Samra y vivo en el campo de refugiados de Ein el-Jilue (en árabe عين الحلوة; "Pozo de agua dulce").  Mi abuelo llegó aquí hace mucho tiempo huyendo de la ocupación israelí de nuestro país, desde la ciudad de Yafo.  
Juró que moriría junto a su familia antes de permitir a ningún estado ocupar su tierra; pero ya murió. Murió en una de las invasiones de los israelitas a Libia en un bombardeo a nuestro campamento; pero murió luchando como había jurado. Ocho días y muchas muertes les costó a los israelíes el poder dominar nuestro campo. 
Muchos libaneses nos echan la culpa de haber provocado cada una de las  invasiones que han sufrido e incluso su guerra civil; que además de las muchas muertes, la tremenda destrucción que causo, las bombas de racimo que aún causan víctimas, la contaminación por uranio y otros compuestos que se precipitaron en el aire al ser bombardeadas las fabricas de plástico y otras cuyos materiales eran contaminantes, el polvo de los edificios derruidos que aún nos envuelve; les hizo perder una franja de su territorio que sigue ocupada, aunque anteriormente ya se la hubieran apropiado los Sirios.
—Oigo mucho jaleo en la calle; voy a asomarme
...
Solo son los miembros de Al Qaeda están entrenando a otros militantes—

Yo nací entre los libaneses pero no soy una de ellos, pues el campamento es palestino y es como si hubiera nacido en mi tierra pero sin haberla visto nunca. Algunas veces me llevan al mercado de Sidón. Allí la gente parece de otra galaxia. Las mujeres llevan pantalones, camisetas ceñidas y no se ponen pañuelos en la cabeza. Yo acabo de cumplir los diez años y ya lo llevo. 
No me está permitido hablar con ningún hombre a no ser que estemos en grupo. El contacto físico no nos esta permitido a las mujeres ni para saludar. Una vecina de mi calle, se veía a escondidas con un hombre del que se había enamorado. Su padre y su hermano mayor cuando los descubrieron los mataron a los dos, porque la honra de la familia es lo único que nos queda. 
Dice mi madre que Alá nos castigó por no respetar las leyes del Corán, pero si todos somos buenos y puros, Alá estará con nosotros y podremos regresar; por eso no podemos permitir que nuestras familias pequen. 
Salir acompañada (que de otra forma no me dejan) por el campamento, no me gusta porque es muy feo y huele muy mal; en verano, cuando el calor aprieta y la humedad del aire hace casi imposible respirar, los efluvios que emanan de las cloacas son insoportables; las moscas se me pegan al cuerpo intentando beber de mi sudor, no tengo manos para espantarlas a todas. Ratas del tamaño de gatos pequeños, se cruzan en mi camino. Debería estar acostumbrada, pero es imposible. 
El año pasado fui a un campamento de verano donde me enseñaban a dibujar y a leer; allí me regalaron este cuaderno donde escribo. Había otras niñas con las que me divertía mucho. Una de las que vivía en otro campo de refugiados más al sur, me contó que por las noches puede ver las luces encendidas de su casa en Palestina. 
—Oigo mucho jaleo en la calle; voy a asomarme.
...
No era nada; sólo los del movimiento de Fatah y los militantes islamistas de Jund al-Sham, que se están tiroteando. Ya la junta de seguridad del campo se encargará de detenerlos—. 
Otra de las niñas que conocí en el campamento de verano me contó que no tiene papeles de refugiada porque su familia llegó después huyendo de Siria cuando los israelitas entraron allí también. Los poquitos derechos que tenemos los refugiados reconocidos, a ella le son negados. 
Los monitores nos enseñaban muchos juegos y lo pase muy bien, pero este año ya no podré ir. Dicen en mi casa que ya soy mayor y me tengo que preparar para ser una buena esposa y madre. 
Mis hermanos mayores se han ido a otros países para poder trabajar de otra cosa que no sea de peón, que es el único trabajo que les permiten hacer. 
Uno de ellos ya se ha casado a pesar de la oposición de mi padre, que no quería extranjeras en la familia y ya le estaba buscando una buena chica de aquí para casarle; pero el nos confesó que quería poder tener papeles y pertenecer a algún lugar, pues las oportunidades no les llegan a los indocumentados. 
Me gustaría poder volver pronto a mi pueblo y casarme allí. 
Mi padre dice que los extranjeros nos dan la razón y que pronto volveremos. Yo pienso que más que volver será ir, porque él tampoco conoce más que este campamento provisional donde esperaba ya mi abuelo mucho antes que yo naciera,  ese momento.
—Otra vez hay  jaleo; voy a asomarme.
...
Es el general Munir, un alto mando del grupo Al Fatah que está arengando a la gente porque quiere que todos los Árabes nos unamos, para terminar con los abusos de los israelitas en la franja de Gaza.
Allí a lo lejos veo también tropas del ejército  libanés y milicianos de Jund al Sham, intentando matarse entre ellos—.
Christine Abou Salem y Moustapha Abou Atieh, que son vecinos míos, intentan hacer algo que nos saque a todos de este hacinamiento y esta miseria.  Pertenecen a  “Human Call” (El Grito Humano), que funciona como Hospital en el campo.  Tiene muy pocos recursos y por eso muchas personas, casi todos niños o ancianos, mueren; (muchos amigos míos, ya se han ido). También son los que me han encargado que escriba mi historia. No sé si sabré hacerlo bien.
La Ong Rescate Internacional colabora con ellos y nos ayuda todo lo que puede.
Me gustaría poder terminar de rellenar este cuaderno y muchos más, pero siento que si no abandonamos pronto este lugar cualquier día un bombardeo, un enfrentamiento o cualquier enfermedad, nos llevará a todos con Alá.

¡Gracias, Margarita!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]




jueves, 22 de agosto de 2013

Nuevo relato en "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?"

Mariana Pérez habla de las personas refugiadas en este relato con el que participó en el concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?". 

Ayer abrí el grifo del agua para lavarme las manos, y mientras la contemplaba irremediablemente escaparse de entre mis dedos, de pronto me apercibí de lo valiosa que es para otros pueblos. En los que cada día, mujeres y mujeres, tienen que recorrer kilómetros y kilómetros, para calmar que no saciar la sed de los suyos.
Y por primera vez descubrí aterrorizada, el tesoro que dejaba escapar sin ningún reparo. A veces se nos acostumbran la vista y el oído ante esa multitud, números sin rostro. Rostros sin luz. 
Cuando cierro mis ojos, yo veo a seres invisibles, de un pueblo sin patria y sin tierra, engendrados por esta humanidad a su antojo. Apátridas, fantasmas que vuelan en el limbo de la sinrazón. Atrapados entre fronteras tejidas sin sentido. Veo senderos que no llevan a ningún lugar, veo tan sólo derrota y ruina. Veo:
Abnegación y renuncia impuestas irremisiblemente.
Permisibilidad, aceptación ante su condena. 
Admiración por su resistencia frente al dolor y la necesidad. 
Tolerancia, aceptación de la barbarie, de atrocidades cometidas por hombres contra  hombres.
Remisión imposible la nuestra, por mirar hacia otro lado ante su llamada de auxilio.
Indolencia, inacción, insensibles se han tornado nuestros sentidos.
Demencia y delirio, no podrán justificar nuestra dejadez y nuestro abandono.
Asombro y desconcierto, me causa su lucha ante la continua agonía.
Salvación la suya, cuando sanen nuestro daño y nuestra culpa.
Veo sus ojos y su mirada me alerta del triunfo de la nada y del vacío entre la multitud. Sus bocas selladas y la venda en nuestros ojos, para que no se tambalee nuestro cómodo bienestar. Sólo quienes ven a través de esos mismos ojos, saben de nuestro egoísmo y del dolor que causa nuestra ignorancia desmedida. 
“La imagen es la norma de los iletrados”, pero en este caso, es su imagen la que nos torna ciegos e insensibles al contemplar el desconcierto y la desesperación reflejada en sus miradas. Atrapados como presas indefensas, en manos de nuestra indiferencia acomodada. Al otro lado del televisor nos creemos a salvo de su infortunio. Nuestras casas nuestra coraza, en la mesa no nos falta de nada. Nuestra familia a salvo, donde nada pueda romper nuestro equilibrio, ni tambalear nuestro bienestar acostumbrado.
Hoy es el día del Olvido, el Día del Refugiado. El día de mirar hacia otro lado, porque parece que todo esto nos queda muy lejos. Mientras continuamos lamentándonos de nuestro inexistente infortunio, porque el agua de la ducha sale fría o porque en el verano no hay agua fresca en la nevera.
 Mientras, los señores de la guerra, se erigen en sus tronos. Y desde países remotos, disparan sus armas, fabricadas con la avaricia y el deseo de poder. Pueblos enteros huyen de una guerra, que a ellos les arrebata todo y a aquellos insaciables, les torna ricos y poderosos. Y cada vez su ansiedad crece más y más, cuantos más caen abatidos por balas que les llevan a la muerte o al destierro. Huérfanos y viudas, niños y ancianos, dejan atrás a sus muertos, e inician un camino hacia lo incierto. Sus casas arrasadas, sus recuerdos enterrados entre las cenizas, y el horror y el miedo en las entrañas. Las fábricas del terror, y de la miseria desmedida, se asientan cerca de nuestras casas. Y ajenos a ello, nos convertimos en cómplices de sus atrocidades. 
Pero mañana será otro día, y poco a poco todos se irán perdiendo, extraviados sin remedio, desgastados por el tedio y la apatía. Como si no fueran a acabarse nunca, sin precio, sin garantía de una existencia ilimitada. Y mientras, dejamos escapar este presente que ya es pasado, e irremediablemente, no somos más que una consecuencia de su ausencia, y soñamos con un futuro incierto que no existe. Hoy, nos agarramos a nuestros bienes, y el miedo a la necesidad, resulta ser mucho mayor que la carencia misma. Y no valoramos cuanto tenemos a nuestro alcance, porque lo creemos seguro, hasta que un día todo se torne incertidumbre y nos arrebate todo lo guardado. 
Me adolece aún más, el preguntarme cuándo será el Día de esos otros miles de refugiados que no figuran en ningún censo, sin campamento, sin rumbo ni consuelo. Sin ayuda porque nadie les conoce ni les tiene en cuenta. Con el cielo como único techo,  el hambre en el estómago y la sed agarrada a su garganta. Almas, que ni figura tienen ya siquiera. ¿Para qué fueron engendrados y arrojados al valle del olvido y la miseria? Con el destino ya decidido de antemano, sin posibilidad de redención de su condena a cadena perpetua, y al destierro hasta su muerte, que tardía ya se la espera.
Lo que tornamos invisible, degenera en quietud y todo se queda en buenas intenciones. Sólo un número marca lo amplia que es su desdicha. La pasividad y la desidia se mezclan tornándose en desamparo. 
Si yo estuviera allí, con el peso del recuerdo de todo lo perdido, con la fatiga y el castigo del camino. Lo que más me dolería, serían las ausencias de los seres queridos, el cariño acumulado por los años que se tornaría en vacío. Todo lo inmaterial e insustituible. Pero mientras quienes ahora oímos, que no escuchamos sus lamentos. Y contemplamos a veces impasibles, las imágenes de su destierro sin conmovernos. Cuando lleguemos hasta allí. Sin equipaje, sin una mano a quien asirnos. Mientras buscamos entre la multitud un lugar donde asentar nuestros huesos dolidos del camino. Y al final, el descanso, se torne en el merecido castigo. Sólo de ése modo, sería certero  expresar qué siento.

¡Gracias, Mariana!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]



miércoles, 14 de agosto de 2013

Relato: El valor de los sueños

Fernando Conde, cuyo primer relato 'Tan cerca y tan lejos de lo anhelado' pudimos leer en abril, también participó en el concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?" con este poema titulado 'El valor de los sueños'. 

La brisa del Mediterráneo se cuela por mi ventana 
al mismo tiempo, como si de una suave caricia se 
tratase, me despierta, 
es cálida, reconfortante y familiar.
Desnudo entre las sábanas robo minutos al día,
el sonido del mar y el amanecer de la ciudad
componen una deliciosa melodía.
El balcón es mi ventana al mundo,
mar a un lado, campos de cultivo al otro,
olivos, edificios, movimiento y un nuevo día se avecina
Mi mujer ha preparado el desayuno
Primera dosis de energía para una larga jornada.
El mercado me espera,
pero eso no es nada.
Volveré y seré la persona más feliz del mundo,
veré el atardecer, veré como el sol se esconde
Veré como una línea naranja se funde con el azul del 
mar
Veré como nuestro Dios nos bendice otro día más
“Allahu Akbar”
Me siento bien, me siento cómodo,
me siento en mi hogar
¡No! otra vez ese sueño 
¡No! otra vez el despertarme del paraíso
No consigo comprender que es ello
¿Por qué a mi?
¿Por qué Allah me hace esto?
No hay nada más duro que el anhelo
No hay nada más frustrante que la realidad
No hay nada más cruel que soñar en el infierno.
A mis diecisiete años de cautiverio
le sumo una vida paralela de ensoñación.
Otra vez esa ciudad y esas vistas en mis sueños.
Es la imaginación un motor muy poderoso
capaz de derrumbar y alzar hombres.
Nunca he visto esa casa
Nunca me he casado,
nunca he salido de este campo de refugiados,
nunca he deseado otro día,
nunca he gozado de un nuevo amanecer.
Los más viejos del lugar
lo reconocen, es Dayr Al Balah.
¿Pero cómo puedo yo conocerla? 
¿Cómo puedo yo describirla con tal perfección?
No llego a comprender cómo la oscuridad que me rodea
La rutina, lo anodino, lo precario, el odio, la
pesadumbre, el dolor, el pasado, el presente y el futuro,
la frustración, el infortunio, la desesperanza y el 
rechazo
permiten que sean derrotados por mi imaginación.
Capacidad transformadora sin límite:
Brisa por sequía asfixiante y dolorosa
Olivos por tierras inhóspitas 
Casas por escombros, hierros y alambradas
Movimiento por caos y masificación 
Vecinos por libaneses
Hogar por… cárcel.
Que maravillosa es la mente
Ahora me doy cuenta, soy consciente,
cuento con el arma más poderosa
Me está ofreciendo el don de la esperanza
¿Quién soy yo para rechazarlo?
Nunca dejaré de soñar 
si eso me ayuda a seguir emocionalmente vivo
Conectado con mi pasado,
con mi presente y con mi futuro
Llegará un día que disfrutaré de esas vistas,
de esa vida, de ese hogar,
ese día no estaré soñando
ese día todo tendrá sentido, 
ese día, finalmente,
dejaré de soñar.

¡Gracias, Fernando!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]


viernes, 9 de agosto de 2013

Relato: El brillo de la esperanza

Un nuevo relato, esta vez el de Juan García Fuentes que ha participado en el concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?" con "El brillo de la esperanza".

Un nuevo sol resplandece en tierras de nadie, a lo lejos una fuerte luz acompañada por un terrible ruido, traspasa la tela que cubre las pequeñas ventanas de la casa donde duerme el más pequeño de la nueva familia que acaba de asentarse en estas áridas y secas tierras. 
Con un gesto incómodo, abre sus ojos  y corre desesperadamente para que su madre lo envuelva en su regazo, donde se siente más seguro  que tapado entre esas finas sábanas que apenas cubren su pequeño cuerpo. 
Ajeno a lo que afuera está pasando,  la inocencia de su niñez no entiende de cambios de casa y largas caminatas en busca de paz, tranquilidad y armonía, sólo quiere echarse el último trozo de pan a la boca para salir a jugar con los nuevos amigos que ha conocido, sentirse libre y golpear la pelota más fuerte que el resto de compañeros. Es la viva imagen de la vida, ¿Qué sería de este mundo sin estos jóvenes sedientos de risas y alegrías?
El tiempo se pasea de forma tranquila, el tic-tac del reloj envuelve tardes de soledad y tristeza, atrás han dejado aparcados miles de ilusiones y sueños que no olvidan retomar, pero sus pasos siembran la duda de volver a la tierra que los vio nacer, donde las emociones intercambian estados de ánimos constantes y las lagrimas a la caída del sol, se hacen casi rutinarias, antes de apagar la vela que ilumina sus vidas y que pone fin a una nueva jornada.
Dolor, rabia y apatía, sus sueños se convierten en arena fina que resbala entre sus dedos. Cuando todo parece seguir su cauce, el río irrumpe con fuerza, las rocas se llevan todo lo que encuentra a su paso, el cielo se pinta de gris y abajo en la calzada, el color rojo es el reflejo de las marcas de los miles de heridos y muertos que han perdido la vida. Se oyen gritos, las madres lloran desconsoladas, desprotegidas, sus hijos están siendo asesinados por hermanos, por personas que como ellas, tenían ilusiones y sueños, esperanzas y una vida para disfrutar, conocer y experimentar, pero al fin y al cabo, todo se resume en tragedia, rencor, odio, esfumándose lo más poderoso que existe en la vida: las relaciones humanas, el respeto y la libertad.
Sus fuerzas poco a poco se marchitan, huyen de la violencia, de la guerra y de la extorsión. El cansancio de sus rostros es la mejor fotografía para explicar el agotamiento emocional que están padeciendo, conformándose con seguir vivos un día más, creyendo en la vida aunque solo sepa dar la espalda, escapando para ofrecer a sus hijos otra alternativa, dejando huellas de esperanza en cada una de sus pisadas, empezando un nuevo día deseando que este sufrimiento acabe y puedan volver a sentirse libres.
En el ambiente se respira nostalgia y preocupación,  esta hipócrita sociedad está cada vez más empeñada en conseguir el poder, el éxito y la riqueza, abandonando los valores más apreciados y difíciles de encontrar. Esta utopía con la que todo el mundo sueña solo es posible si miramos dentro de nuestro interior, donde se encuentra almacenado este gran tesoro, que nos acompaña desde que abrimos los ojos, para comenzar un nuevo día, hasta que los cerramos para descansar de tanto trabajo realizado, que nos sigue en cada palabra, en cada gesto y en cada zancada que damos a lo largo de la jornada, encontrándose en lo más profundo de nuestra alma, en lo más profundo de nuestro ser, y sin embargo, somos incapaces de aprovechar esta riqueza interior de la que poseemos.
Nos sentimos ricos si tenemos dinero, pero en realidad, estamos vacíos, huecos y muertos. Hemos retrocedido tanto, que nos hemos convertido en el animal más peligroso existente en la tierra, somos capaces de matar, agredir, intimidar, extorsionar y maltratar a nuestra propia especie ¿Qué animal es capaz de hacer eso? Rechazo, desilusión y apatía a este mundo que estamos construyendo.
Y la vida, sigue su camino sin detenerse en cada una de las estaciones donde nos gustaría que el tren se parara, sintiéndonos vulnerables al paso del tiempo. Por ello, queremos encontrar una felicidad que siempre tarda en llegar, mostrando una actitud inconforme con todo lo que tenemos. Pensamos, que obtendremos dicho valor cuando logremos algo que ansiamos con mucho ímpetu, siendo incapaces de saborear el segundo, minuto u hora en la que nos encontramos en este mismo instante. Nos olvidamos de los pequeños detalles que nos hacen sacar una bonita sonrisa, no alcanzando nunca un estado de tranquilidad interno que nos relaje, preocupados, no obstante, en buscar siempre el poder material que nos hará más fuertes y engreídos, cuando lo único que estamos consiguiendo es despojarnos del poder interior que poseemos,  dejando que la esencia de la vida se escape lentamente, que no es otra, que la felicidad en las pequeñas cosas que adornan nuestra mirada. 
De esta manera, con una venda artificial en los ojos, estamos más ciegos que nunca. Pobreza, hambre, refugiados de guerra, absentismo escolar, violencia de género, enfermedades, explotación, racismo, fobia… son algunos de los términos que día a día pasan ante nuestros ojos y que los dejamos escapar sin detenernos en lo que hay detrás de ellos, mostrándonos pasivos ante una realidad que daña la imagen del ser humano, exponiendo la peor cara de la moneda, vomitando acciones y hechos que dejan mucho que desear, presagiando que lo peor aún no ha llegado, de  tal modo que, mientras siga habiendo violencia, este mundo no es más que la viva imagen de la hipocresía.
Pero, ante todo este caudal de malas sensaciones, aún me queda la esperanza, al igual que a todas esas personas refugiadas, de creer en la posibilidad de que las aguas bravas puedan volver a su cauce, recuperando aquellos valores que nos darán la fuerza suficiente para afrontar los problemas desde otra perspectiva, teniendo como telón de fondo el amor hacía nosotros mismos, hacia los demás y hacia todo aquello que nos rodea.
De esta forma, sentado en esta gran piedra agrietada, que me sirve de silla en las tardes donde el sol aprieta con rabia, he visto pasar el brillo de la esperanza en los ojos de aquellos jóvenes que con una simple pelota, una lata y un trozo de tela son capaces de sentirse los más afortunados del mundo, aún escuchando cada amanecer el ruido tormentoso de una situación que parece, desgraciadamente, no tener fin.
¿Por qué el paso del tiempo trae consigo otra visión de felicidad? 
¿Quién fuera siempre niño para alegrar la vida con sonrisas y alegrías? 
¿Quien fuera, quién?...

¡Gracias, Juan!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]


martes, 30 de julio de 2013

Relato: El futuro del Líbano

Adelina Corredera ha participado con varios relatos en el concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?" y en este nos habla del futuro de Líbano.

El futuro del Líbano se escribe como acontecer o como cualquier otro hecho posible, es de cualquier forma el futuro del Líbano lo que permanece y lo que está ahí para que lo descubramos y de alguna forma lo entendamos, es de este modo el futuro del Líbano una sucesión de fantasías una sucesión de ideas propias una sucesión de elocuencias o de promesas que nos han hecho, el futuro del Líbano se escribe con bolígrafos, es el futuro del Líbano por otra parte un continuo y prometedor encuentro con una verdad que está ahí con una verdad que indaga una verdad que se hace permisiva que se hace de alguna forma concesión o se hace exacta, es el futuro del Líbano lo que nos preocupa, es el futuro del Líbano también lo que nos detiene lo que nos tiene más que expresivamente atentos sino que nos mantiene de esta forma perplejos o nos mantiene de alguna forma vivos, el futuro del Líbano se escribe desde varios puntos de vista es el futuro del Líbano por lo tanto un proceder un futuro que está ahí para que lo descubramos para que de alguna forma perdure o para que de alguna forma nos interese, el futuro del Líbano es  por lo tanto algo que está ahí para nosotros para que de esta forma podamos descubrir su principio y su fin y de esta forma vayamos paso a paso afianzándonos por la verdad por la elocuencia o por el proceso provocador de todo, es el futuro del Líbano un potente y magnifico significado que nos mueve y nos centra que de algún modo nos lleva o nos encamina hacia una verdad que se hace responsable de nosotros que se hace de algún modo idónea o se hace de algún modo el mejor y más enérgico elemento conductor por una senda llena de promesas llena de incentivos o llena de verdades exactas de conjuntos de promesas o de argumentos que tenemos y con los cuales nos movemos un día y el siguiente y el siguiente, por todo ello el futuro del Líbano se escribe con tinta sobre las luchas, atentados o conflictos sucesivos que se suceden en este país, es el futuro del Líbano lo que nos va a interesar en gran parte y en sentido propio, lo que nos va a interesar a la hora de la verdad y lo que vamos a saber buscar e investigar de algún modo en nuestra vida, es el futuro del Líbano lo que va a suceder y nosotros lo vamos a saber o presagiar por el propio acontecer que sucede por el propio acontecer que se manifiesta o esta, es de este modo el futuro del Líbano lo que nos va a preocupar hoy lo que vamos de alguna forma  a saber investigar o a saber basarnos de algún modo en su verdad, es de este modo el futuro del Líbano algo que está ahí y que vamos muy bien a descubrir paso a paso de una manera sana de una manera veraz o de una manera propia de nuestra propia vida, es de este modo el futuro del Líbano algo que nos va a cautivar y de esta forma vamos a saber buscar e interpretar, es el futuro del Líbano todo un tema para escribir y llenar páginas y páginas, de este modo es el futuro del Líbano un prototipo un futuro ya enunciado ya previsto o ya animado, de esta forma es el futuro del Líbano lo que nos entretiene y detiene en este momento, es el futuro del Líbano por lo tanto lo que nos mantiene unidos a un país el Líbano en el cual las guerras, conflictos o atentados se suceden, de cualquier modo las gentes del Líbano no quieren la amistad con el resto del mundo, quieren ser independientes  y de alguna forma muy suyos, de esta forma es el futuro del Líbano lo que nos preocupa o interesa, es el futuro del Líbano por lo tanto en principal medio de búsqueda en un país el Líbano donde los refugiados buscan su sitio donde los refugiados se hacen reales se hacen cotidianos medios de defensa, es de este modo el futuro del Líbano algo que tiene como motivo o margen de argumento un hecho real, es por ello el Líbano un país que busca su independencia y que encuentra en las guerras, conflictos o atentados el medio de conseguirlo de conseguir esto, es de este modo el Líbano el país árabe donde todo esto sucede donde todo esto se da y todo esto emerge o se manifiesta de algún modo de manera cotidiana de manera mágica, de algún modo es el Líbano un país árabe que existe un país donde todo esto sucede y pasa u ocurre de manera compleja de manera extraordinaria o de manera concluyente, es el Líbano un país donde todo esto ocurre un país que se ve dentro de esta temática que se ve dentro de estos contenidos ocurrentes que se ve dentro de estos contenidos únicos en los cuales se detalla el futuro, es por todo ello el futuro del Líbano un exacto y prometedor previsión de hechos que van a suceder o se van a dar en el país del Líbano, es de esta forma el futuro del Líbano la próxima llegada de hechos que van a suceder aquí y de alguna forma estos hechos van a hacer que nuestro mundo mejore, es el Líbano un país que continuamente está en guerra, con conflictos o atentados y de alguna forma el encuentro de todo esto es lo que nos detiene lo que buscamos y lo que vamos a tener como realidad más funcional como realidad más exacta, el futuro del Líbano es por todo ello lo que va a suceder  y debemos tener constancia de ello, debemos tener constancia de su paso por este país el Líbano en nuestra continua y compleja búsqueda, es de este modo el futuro del Líbano algo que va a suceder para lo cual vemos como videntes el proceso que va a llegar el proceso que nos va a dar alas o nos va a incitar a de alguna forma poder salvar algo poder de alguna forma llegar al principio y más revelador de los secretos la continua búsqueda del pueblo árabe de su independencia ante todo ante todos los demás países, es de este modo que el futuro del Líbano abre de alguna forma nuevas y continuas proyecciones de nuestro futuro ante el del pueblo libio, es de esta forma que su búsqueda de independencia ante el resto del mundo nos comunica de algún modo con lo mejor de nosotros con lo mejor de una verdad con lo mejor de un camino en el cual estamos inmersos sobre el cual nos movemos y sobre el cual ponemos todo nuestro empeño, es de este modo el futuro del Líbano un conjunto de ideas un conjunto de energías un conjunto de fines o un conjunto de evidencias dentro de las cuales nos movemos dentro de las cuales estamos para de algún modo encontrar nuestro camino encontrar la verdadera historia que va a suceder, es de este modo el futuro del Líbano la llave que abre nuestro cerebro a continuas búsquedas de realidad a continuas búsquedas de temas o de ideas u objetivos, es el futuro del Líbano por lo tanto el próximo y más exacto mecanismo de perfección mecanismo de llegada  de la confusión que puede llegar ante la propia muerte ante la propia vida, es de este modo el futuro del Líbano lo que nos mantiene interesados lo que nos mantiene de alguna forma en plena sucesión de verdades en plena sucesión de hechos que pueden cambiarlo todo en plena llegada de límites que van a hacer de esta forma nuestro camino un camino mejor ante lo cual vamos a protegernos, es de este modo que el futuro del Líbano continua y continua el futuro del Líbano puede de alguna forma interpretarse así es de esta forma que el futuro del Líbano se puede interpretar como consecución de algo, se puede interpretar como la llegada de un acontecer como la llegada del principio o el fin de la videncia o de las visiones que van a traer el futuro, es de esta forma que el futuro del Líbano abre nuevas vertientes nuevos ecos en los cuales vamos a ver por medio de visiones lo que va a suceder lo que nos tiene guardados el futuro, es por ello que el futuro del Líbano se hace de alguna forma una realidad evidente para la cual vamos encaminados perfectamente, es de este  modo que el futuro del Líbano puede traernos lo que va a suceder próximamente de manera detallada de manera real o de manera exacta, es de este modo que el futuro del Líbano por ello nos interesa de manera continua y en grados diferentes, los grados de interés por el futuro son de nivel progresivo pero de cualquier forma el futuro del Líbano es algo que va a suceder próximamente y que percibimos y buscamos para de alguna forma saber a qué atenernos o saber qué camino tomar, de alguna forma el futuro del Líbano se acerca con las mismas luchas, guerras o conflictos exactos, eso es la realidad del futuro del Líbano para ello el resto del mundo está preparado para saber de alguna forma cómo actuar o para saber de alguna forma como solucionar los problemas que son de difícil solución en el caso de las guerras o atentados. 

¡Gracias, Adelina!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]