La compañía Sierra patrullaba las calles de la ciudad del Líbano, la guerra había terminado pero todavía continuaban las patrullas de reconocimiento de algunas zonas, durante la mitad de su recorrido el operador de radio recibía de la base central la alerta de un coche bomba, El operador inmediatamente se lo comunica al Capitán, esté ocultando su nerviosismo pide la radio para comunicárselo al resto del convoy.
-Aquí Sierra para toda la malla, tenemos un aviso de alerta, es más que probable que haya un coche bomba en la dirección de nuestro recorrido, vamos a desviarnos hacia la ruta Bravo.
Todos los operadores de radio del resto del convoy daban el recibido y en cada vehículo el nerviosismo se tomaba de distinta manera, algunos soldados iban nerviosos y en especial el soldado Dávila, era el tirador de ametralladora del último vehículo del convoy, estaba muy nervioso y para él todo lo que había a su alrededor era peligro, aquella alerta le inquieta más que a los otros, sobre todo el coche bomba, pensó que lo más seguro era que podía venir por detrás y explotar cerca de él, porque esa era la manera en que lo hacían.
Todo el convoy cambio de ruta y se disponían a regresar a la base, pero la ruta que habían tomado estaba atascada de vehículos civiles. Ellos al ser militares se metieron en medio de la calle y no dejaron que nadie les adelantara, el soldado Dávila siendo el tirador del último vehículo hacia señales para que ningún vehículo se acerque al convoy; la mayoría de la población respetaba las señales pero alguna que otra persona se atrevía a acercarse más de lo debido, Dávila pudo ver a una motocicleta que venía a gran velocidad, esquivaba a varios vehículos y pronto llegaría a su posición, intento avisar a su Sargento para que le diera permiso para disparar, pero viendo que no tenía tiempo y para que la motocicleta se detuviera empezó a disparar en su delante, el sonido y los rebotes de las balas hizo que la motocicleta se detuviera y aquel hombre hiciera una seña de implorar, varias personas civiles se asustaron porque los rebotes de las balas impactaban en las paredes de la calle. El sargento que estaba a cargo del soldado se acercó a él y pidió que controlara su nerviosismo y que evitara disparar, el soldado quiso dar explicaciones pero su sargento no le dejo.
El poco tiempo los vehículos civiles nuevamente se acercaban a su posición,
Dávila hacia señas pero nadie le pretendía hacerse caso, poco a poco seguían acercándose, al cabo de unos 10 minutos los vehículos civiles empezaron a quedarse rezagados, y guardaban gran distancia del convoy, el soldado Dávila vio como algunas personas detenían sus vehículos y pensó que habían al fin le habían entendido, muy sonriente se dio la vuelta avisando a sus compañeros que había logrado detenerlos, pero durante esos dos minutos que estuvo de espaladas a la retaguardia vino el coche bomba por detrás del convoy y explosionó en su vehículo, ese coche bomba había estado estacionado a un borde la carretera y nadie se había percatado, todos los miembros del vehículo habían quedado gravemente heridos. Toda la calle era un caos pero lo peor de aquel atentado eran las victimas que estaban en la calle, eran personas inocentes y varios eran niños. Pronto los otros vehículos del convoy resguardaban la zona para retirar a sus compañeros. Los llevaron al hospital y pudieron salvar a todos, excepto al tirador, sus heridas habían sido muy graves y poco antes de que llegara al hospital había muerto.
El Sargento estaba muy triste por la pérdida de su soldado, durante una semana se recuperó en el hospital. Al final de aquella semana con la mejora de sus heridas y pudiendo caminar pidió recibir el alta hospitalaria para volver a patrullar, el médico que era Búlgaro le dijo que no era buena idea.
-Lo mejor será que no vuelva a salir, no es bueno para usted ni para el resto de su compañía –se lo recomendaba afectuosamente.
-Hago lo que quiero y quiero irme de aquí –le dijo enfadado por esa forma de expresarse del médico.
-¿Sabe usted para que quiere salir? –le preguntó el médico, vio que el sargento no podía contestar pero aun así espero a su respuesta.
-Es mi trabajo –le replicaba dubitativo –además mi soldado está muerto y tengo que hacer honor a su nombre.
-¿Ahora quiere matar? ¿Morir?... ya no está en condiciones de hacer este trabajo – se lo recordaba enfáticamente.
-Toda la compañía y la Unidad en general está de luto, se han metido con una persona inocente –expresaba el sargento algo melancólico.
-Pero…¿sabe usted cuantas personas murieron? …Me refiero a personas civiles, me sorprende que todos hablen de un soldado pero no por todas aquellas personas inocentes que ahora mismo están muertas.
-Pero…eso no es nuestro problema, nosotros estamos aquí para otra cosa.
-¿Me lo puede decir?
-No es nuestro problema, porque no lo deja –le dijo esquivamente.
-¿No es nuestro problema?…-repitió el médico vagamente-. Este problema es de todos, pero está bien, no es su problema ni el de su unidad. El problema debe ser la población y no de ustedes.
-Con ese sarcasmo no me dice nada claro.
-Solo quiero que sepa que con esa actitud no se puede venir a ofrecer paz y seguridad. Sí los militares han ayudado este aquí, pero…….eso fue antes, pero los coches comba de ahora están porque ustedes continúan, ahora mismo los militares ayudan muy poco o escasamente a la población…por cierto, hay muerto veintitrés personas inocentes que perdieron la vida, debería de ponerse a pensar también en ellos…son por estas razones que la población huye de este lugar.
-Poco o nada me interesa.
-Por eso mismo se lo digo, sé que no me escuchará; pero, si intentara ponerse en
su lugar; se daría cuenta de lo que significa abandonar tu hogar.
¡Gracias, Marcelo!
[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]
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