martes, 25 de junio de 2013

Ya tenemos ganador del concurso Familias Refugiadas en Líbano, ¿qué ves tú?

¡Por fin ha llegado el momento de desvelar la persona ganadora del concurso Familias Refugiadas en Líbano, ¿qué ves tú?!
Os agradecemos a todos/as la sensibilidad mostrada hacia las personas refugiadas en los campamentos del Líbano, y por las que RESCATE trabaja duro a diario. Todos/as formamos parte de la promoción de Derechos fundamentales para las familias refugiadas.
Ahora más que nunca el apoyo de todos/as es primordial. El conflicto sirio está dejando escalofriantes cifras de personas refugiadas en Líbano, entre otros países. Eso supone el desbordamiento de necesidades a cubrir en aquellos campos donde RESCATE trabaja.
Por ello, os animamos a contar vuestra experiencia a favor de las familias refugiadas en Líbano a amigos/as, familiares y conocidos/as. Seguir sumando fuerzas es lo que a RESCATE le impulsa a continuar trabajando duro.
Gracias a nuestro jurado, por la gran labor que ha desempeñado, nos consta por sus palabras que ha sido difícil elegir únicamente tres entre todos los relatos que nos han llegado; y eso demuestra el bonito compromiso y conocimiento que de esta realidad tenéis todos/as y cada uno/a de los/as participantes en el concurso.
Por ello ENHORABUENA a todos/as, y GRACIAS por vuestra participación. Para RESCATE eso os convierte en ganadores/as a todos/as.
Os animamos a que sigáis visitando el blog de Familias Refugiadas en Líbano, porque continuaremos publicando cada uno de los relatos que han llegado. De la misma forma, sería un gran placer seguir contando con vuestro apoyo al trabajo que RESCATE realiza a favor de los refugiados desde 1960, por ello que no dudéis en seguirnos por nuestras redes sociales, así como contactar con nosotros en cualquier momento para aquellas inquietudes que os puedan surgir.

Y ahora si, llega el momento de desvelar el nombre de la persona ganadora que con su relato ha llegado especialmente a la sensibilidad de los/as miembros de nuestro jurado:

Nombre: Julián Romero Freijomil
Título de relato: El Cedro de la Esperanza (podéis leerlo aquí)

Gracias por tu creatividad, conocimientos y compromiso. En breve nos pondremos en contacto contigo.

¡Seguimos en contacto!, ¡Gracias a todos/as!


Relato: El cedro de la esperanza

Este es el relato ganador del concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?": El Cedro de la Esperanza de Julián Romero.

Es viernes y Rakin tiene mucha prisa por salir en busca de sus amigos, tiene una pelota de plástico verde entre las manos y su madre lo retiene hasta que consigue que devore un poco de pan de sésamo y un vaso de leche de cabra que le ha puesto encima de la mesa -aprovecha y come hijo mío, mañana Dios proveerá, si quiere- le dice. Termina y es entonces cuando sale corriendo a la calle, es el día de descanso pero la última cosa que se le pasa por la cabeza a Rakin con sus ocho años es precisamente descansar. La calle es de tierra, llena de hoyos, charcos y suciedad y por donde se ve pasar muy poca gente, en el ambiente flotan las oraciones que desde la megafonía de la mezquita del campo de refugiados llegan a todos los rincones. El pequeño se dirige a uno de los parques que como un oasis en medio del desierto ha construido una de las organizaciones de ayuda a los refugiados y que siempre está lleno de niños y niñas jugando, palestinos y libaneses. Por el camino ha tenido que esquivar a varios camiones que al circular por esas calles deplorables le han cubierto de barro hasta la cabeza. Al llegar, Rakin ve a varios de sus amigos que ya están en el parque y que cuando le ven lleno de barro le empiezan a hacer burla y a reírse de él, pero lejos de arrugarse o avergonzarse nuestro pequeño protagonista empieza también a reír, instantes después, la final de la Copa del Mundo de Fútbol se está jugando en un campo de refugiados palestinos en Líbano. Casualmente los equipos están compuestos de un lado de niños palestinos y de otro libaneses, no se han mezclado. Después de varias horas del trepidante partido, y en el que todas las estrellas del firmamento del balón están encarnadas en cada uno de ellos -¡yo soy Messi! ¡yo Cristiano Ronaldo! ¡y yo Casillas! ¡pues yo Zidane!...- en uno de los lances del juego uno de los niños palestinos fortuitamente da una patada a uno del equipo contrario, libanés, con la mala suerte de que le hace daño. Nada hubiese ocurrido de no ser porque en el parque además de los niños había también gente mayor, algunos padres y madres de los primeros pero también algún que otro ocioso, y ocioso no por el hecho de ser viernes sino por llevar varias semanas sin trabajo, cosa habitual en el campo de refugiados. La cuestión fue que la situación se fue enrareciendo entre los mayores hasta formarse una trifulca que derivó en insultos e incluso algunos golpes entre palestinos y libaneses a la que sorprendentemente Rakin, a pesar de sus ocho años, ni corto ni perezoso intentaba también añadir su grano de arena. Los gritos y el jaleo provocados se oían en varias manzanas a la redonda, las sirenas de los coches de seguridad del campo tampoco tardaron en dejarse oír, el bullicio que se formó fue monumental, decenas de vecinos y curiosos se agolpaban en la entrada al parque, y entre ellos, Aaminah, la madre de Rakin, que entre el estupor generalizado también se había acercado hasta el lugar. Finalmente, la mujer palestina terminó por ver a su hijo sujetado por uno de los agentes de seguridad, en estado de éxtasis y profiriendo gritos contra los libaneses. En ese mismo instante Aaminah, a su vez, entró en un estado mezcla de rabia y decepción al ver a su hijo en tales circunstancias. Con mucha calma se dirigió a uno de los agentes de seguridad para explicarle que el niño en cuestión era su hijo. Después de una espera de varios minutos y conversaciones entre algunos agentes éstos hicieron entrega del menor a su madre, quien tuvo que llamar a la calma a Rakin todavía durante un rato para que volviese en sí abandonando tal estado de ira.
Afortunadamente, tras todo el escándalo que se originó en el parque, además del esguince ocasionado al pueril futbolista libanés, sólo hubo que lamentar pequeños golpes y un banco roto. Al llegar a casa madre e hijo, Fâtin, el cabeza de familia, había regresado tan sólo unos minutos antes, venía de pasar un rato de tertulia con unos amigos como solía hacer los viernes por las tardes y lo había hecho antes de lo normal. Le dijo a Aaminah que había vuelto porque había oído desde la tetería las sirenas de los coches y venía a asegurarse de que todo iba bien -estaba a punto de salir a buscaros cuando he visto que no estabais en casa-. Fâtin era un hombre con ideas políticas que había tenido que huir con su esposa doce años atrás de la aldea palestina en la que vivían, cuando tan sólo tenía veintidós él y diecinueve ella. Era una persona seria y trabajadora, muy bien valorada y con el que rápidamente contaban para trabajar en la red de colocación laboral del campo de refugiados, de hecho llevaba casi dos años trabajando, cosa inusual en el campo y más aún en un refugiado. Fâtin, rápidamente vio en la cara de su esposa y de su hijo que algo había sucedido -¿qué ha ocurrido? preguntó exaltado pero a la vez tranquilo al tener ante sí a su familia intacta. Aaminah igualmente era una mujer activa, trabajadora y responsable, y se sentía avergonzada por la situación en la que había encontrado a Rakin. El pequeño era el motor de sus corazones, de su vida, la razón por la que luchaban día a día con la dignidad de un rey y una reina, y Rakin era la joya de la corona. Aaminah tenía la cabeza agachada y no daba respuesta a la pregunta de Fâtin. Finalmente, cuando consiguió reunir la fuerza necesaria logró contarle la escena y lo que había ocurrido. El palo momentáneo que sufrió el padre cuando escuchó lo que había ocurrido en el parque fue grande. Los denuedos, desvelos y sacrificios a los que se sometían ambos progenitores en la educación de su hijo eran totales, para ellos, el vivir en un campo de refugiados no era excusa de ningún tipo para dejar de abordar lo que para ellos era una obligación de vida, pero además, para Fâtin, Rakin representaba la futura Palestina, una Palestina libre, independiente, con un Estado democrático propio a salvo de tutelas e injerencias, eso era sobre todo para Fâtin su hijo y por extensión su generación, y por eso era consciente que ese futuro pasaba por dar a su hijo una educación digna basada en valores de tolerancia. Tuvo también que tomarse unos minutos para reponerse y saber qué iba a decir al niño de ocho años, o siquiera si habría de decirle algo.
Al cabo de esos minutos Aaminah tomó en brazos a Rakin y se sentarón en el asiento de mimbre que tenían en lo que podríamos llamar salón de la vivienda, el padre, cogiendo un taburete se sentó frente a su hijo y después de besarle la frente le dijo lo siguiente: hijo mío, confío y me conformo en que algún día comprendas algo de lo que te voy a decir ahora. El niño, sorprendido por lo extraño de la situación, tenía los ojos abiertos como platos y miraba fíjamente a su padre, por quien sentía una especial predilección y una admiración total. Hijo, te llamas Rakin (respeto en árabe) porque tu madre y yo un día tuvimos que abandonar nuestro hogar precisamente por la ausencia total de respeto, respeto a la diferencia, tu madre y yo tuvimos que abandonar nuestro hogar porque había quien no respetaba nuestra manera de pensar y de sentir, no respetaba nuestra cultura, nuestras señas de identidad, nuestra religión. Pero tú, Rakin, sabes muy bien que el respeto es una de las claves de la existencia humana, sabes muy bien que los niños libaneses son tan buenos como lo eres tú y tus amigos palestinos, algún día sabrás que los niños judíos también son tan buenos como tú y tus amigos palestinos, y algún día sabrás que todos los niños del mundo son tan buenos como tú y tus amigos palestinos. Rakin, Líbano y los libaneses, nos están dando la oportunidad de sobrevivir, de poder seguir luchando para un día poder regresar y vivir  en nuestro hogar, y ese día vamos a tener que agradecer esto que están haciendo por nosotros, un día que llegará pronto. Tu madre y yo, Rakin, un día tuvimos que abandonar nuestro hogar, un hogar que también tuvo que abandonar antes otra gente, gente que hace tiempo ya aprendió lecciones que dejaron escritas y que tú ya sabes aunque no seas consciente de ello, y aunque ahora ni siquiera entiendas, pero lo llevas dentro, está en ti. Antes que nosotros Rakin, ya hubo quien tuvo que abandonar su hogar y luego escribió que “hay que respetar los derechos de todos los pueblos de este globo, vivir en armonía y acortar las diferencias cada vez mayores entre el Norte y el Sur “ y “que uno mismo tiene que olvidar quién es para ser todos en uno”, esto Rakin, lo dijo un palestino que con tu misma edad estuvo en este mismo campo refugiado, se llamaba Mahmud Darwish y fue un niño tan bueno como tú y tus amigos, como los libaneses, como los judíos y como todos los niños del mundo. Cuando Fâtin dijo esto último, a Rakin se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja, y a continuación al padre y a la madre también, sin darse cuenta los tres estaban riendo, el padre abrazó a su esposa e hijo -la fecilidad puede abrirse camino en cualquier rincón del planeta y en las situaciones más inesperadas-.
Aaminah en un arranque de energía espetó un ¡vámonos a la calle a pasear! Rakin respondió ¡Sííííí!  Y el padre dijo ¡eso está hecho! La familia salió a pisar la calle nuevamente y un niño volvía a jugar y a cantar con sus amigos en una alameda de cedros. A pesar de todo, de lo sucedido, de estar en un campo de refugiados, todavía era viernes, día de descanso, y el futuro Presidente del Estado libre e independiente de Palestina esa tarde había hecho un “hat-trick”. 

¡Gracias Julián! y ¡Enhorabuena!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]

   

miércoles, 12 de junio de 2013

Relato: Alientos de esperanza

Hoy queremos compartir la participación de Eduardo Rubio en el concurso de relatos "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?". Alientos de esperanza es una carta que le escribe Seyyal a su amiga Nasira, en la que le cuenta la huida de él y de su familia de Ramala (Cisjordania) al campamento de refugiados de Líbano, Burj El-Shemali.

Querida Nasira:
Ha pasado mucho tiempo de tu última carta, y es que desde que tu familia abandonó Ramala para marchar a Barcelona, y más aún, desde la última vez que nos pusimos en contacto, mi vida a dado un vuelco de felicidad.
A pesar de los problemas con los que nuestro pueblo se encuentra a diario, hoy es un día muy especial para mí. Desde que mi padre, mi hermano y yo escapásemos de Ramala a un pequeño campamento en tierra libanesa (Buj-El Semili), cercano a la ciudad de Tiro y próxima al territorio israelí, nos hemos encontrado con muchas dificultades. La causa de nuestra salida fue obvia, pero mi familia se aferraba a resistir en la tierra en la nacimos. Nunca podré olvidar las bombas estallando. Incluso el terror producido porque cualquier día alguna bala nos alcanzase. Pero tan solo un momento cambió todo. El mismo día en el que mi madre dio a luz a mi hermano Ibrahim, ella murió. La mayoría de la gente piensa en los conflictos como esos instantes en los que los soldados, tanques o incluso aviones bombardean las casas y destrozan las vidas de las personas a las que atacan, pero no, nunca debemos olvidar que hay algo más allá. La gente muere a causa del hambre, de la inseguridad producida a posteriori de la propia guerra, y mi madre, lamentablemente murió por la falta de asistencia sanitaria en el parto. A pesar de su trágica muerte, el cielo nos bendijo con la llegada de Ibrahim.
A partir de ahí, nuestro padre percibió que todo había llegado demasiado lejos y decidimos marchar al campamento de Buj-El Shemili, aunque con ello dejásemos a toda nuestra familia atrás, y también a buena parte de mis amigos que constantemente vaciaban los centros educativos, ya sea por la muerte de algunos o por su marcha a algún muhayyamiin o campamentos del Líbano, Cisjordania o Siria. Vivir en un campamento de refugiados como lo hacemos mi familia y yo, no es creer que se trata del fin de todo lo malo, ya que  todos lo que a diario vivimos aquí somos conscientes del distanciamiento de la guerra, pero los problemas continúan. En los campamentos del Líbano nos cuentan por unos 220.000 residentes, y por supuesto, aunque sea triste decirlo, no son contados los que no paran de llegar o encontrarán su refugio en el futuro en alguno de los campamentos del país. El espacio público es inexistente, por no hablar de unas infraestructuras en los campos de refugiados demasiado degradadas. Calles sin asfaltar, pésima instalación eléctrica en las viviendas y cortes frecuentes en el abastecimiento de agua potable, además de la evidente falta de medios de comunicación,  y unido a todo lo anterior nos dificulta el día a día en las barriadas de los campos. Incluso el suministro de alimentos se ve obstaculizado por los enfrentamientos, las persecuciones y sobretodo el bloqueo, que sin duda alguna, se ha llevado a cabo contra pueblo palestino dentro y fuera de sus fronteras. Por ello el hambre está en primera orden del día en las calles de los campamentos, pero hay que agradecer la ayuda internacional de muchas ONGs y personas dedicadas a ayudarnos con cualquier problema que tengamos.
Pero en fin, no pretendo cansarte con esta triste historia, y es lógico que hoy quiera dejar el pasado atrás. Desde que llegamos al campamento hace tres años, los palestinos nos hemos encontrado con muchos obstáculos para llevar una vida normal. Tanto las barreras legales como las administrativas hacen a cualquiera sufrir por encontrar algún trabajo con el que mantener a su familia. Sin embargo, mi padre no ha dejado de sustentar a esta pequeña familia matándose por encontrar alguna chapuza en la construcción con tal de ganar algo de dinero, porque aquí los hombres que llegan carecen de formación para adquirir un buen puesto de trabajo, e incluso gran parte de las  mujeres, si tienen algún tipo de estudios no encuentran trabajo por el simple hecho de ser mujeres. Así que gracias al trabajo ofrecido a mi padre hace unos meses, por parte de una pequeña empresa libanesa, y a los recados realizados a las vecinas con tal de llevarme algún beneficio he conseguido ahorrar suficiente dinero para mi marcha a la Universidad de Beirut. Y esta alegría es tan grande que es posible ver brillar la luz entre tanta oscuridad. Estando en el último año del ciclo de secundaria, nada me gustaría más que comenzar mis estudios superiores y así, convertirme en una admirable historiadora, que aparte de luchar por los derechos de las mujeres en este mundo, procuraré también hacer que la historia del pueblo palestino no se olvide jamás.
Sueño alguna vez con poder visitarte a Barcelona, y descubrir ese mundo del que tanto me hablas. Un mundo que te proporciona todo lo necesario para vivir, y en el que no hay necesidad de huir a otro país por miedo a que un tanque te aplaste en tu propio hogar. Deseo volver a reencontrarnos en Ramala, pero mientras tanto solo deseo labrar un futuro para los míos, pudiendo escapar lejos de este infierno, y así algún día, poder hacer que los nuestros, incluidas nuestras familias tengamos la oportunidad de volver a la tierra que nos vio nacer, olvidando los horrores y dificultades pasadas durante años, deseando volver a vivir en paz y con ganas de soñar con un futuro mejor para todos.
Te extraña, Seyyal Habibeh

¡Gracias, Eduardo!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]

viernes, 7 de junio de 2013

El jurado ya está deliberando

Como sabéis, el pasado día 20 de mayo terminó el plazo para participar en el concurso de relatos "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?". Ahora toca el turno de deliberar, y nuestro jurado ya está en ello.

Hoy os presentamos a cada uno de los miembros:
  • Aruca Fernández- Vega Feijoo. Miembro del jurado en los premios  TELVA Solidarios en 2012, donde RESCATE ganó el segundo premio en la categoría de Cooperación Internacional.
  • Elisa Salvador. Socia y miembro de la Junta directiva de RESCATE desde 2004. Gran aficionada a la lectura y muy implicada con las actvidades de la entidad.
  • Sonia Blavatsky. Voluntaria en varias organizaciones sociales y colaboradora de RESCATE.
  • Luis  Miguel Pérez Cañadas. Director de la Escuela de Traductores de Toledo (Universidad de Castilla la Mancha). Recientemente galardonado con el Premio Internacional de Traducción Abdullah Bin Abdulaziz, concedido por la Casa Real de Arabia Saudí.
  • Nedal Alheja Alsayyed. Socio y voluntario de RESCATE, de origen palestino, es traductor de árabe-español.
¡A todos ellos, muchas gracias por vuestra aportación al concurso!

Desde RESCATE queremos que todo el proceso se haga con total transparencia, por ello os indicamos el sistema de votación que será utilizado:
Las valoraciones de los relatos serán de 1, 2 y 3 puntos, siendo de 3 el relato que más haya gustado a cada uno de los miembros del jurado.
Una vez lleguen de vuelta a RESCATE todas sus valoraciones, en caso de existir empates, se dará por ganador/a a la persona que más puntuaciones de 3 haya recibido. Si aún así no se resolviera, se realizaría lo mismo pero con las puntuaciones de 2. Si finalmente esto no es suficiente, se resolverá por  fecha de llegada de su relato.
Tal y como señalaban las bases del concurso, la persona ganadora se dará a conocer en fechas cercanas al Día Mundial del Refugiado, 20 de Junio.

¡Muchas gracias a todos/as por participar en el concurso!

Cada uno de de los relatos, transmiten sensibilidad y conocimiento especial de las familias refugiadas palestinas en Líbano, que hacen digno del premio a cada uno de las propuestas.

¡Desde RESCATE os deseamos mucha suerte a todos/as!