jueves, 9 de mayo de 2013

Relato: Carta a Ilham

Hoy queremos compartir la carta con la que participa Belén Hernández en el concurso de relatos "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?". Carta a Ilham es un mensaje que le escribe Laila a su hijo, Ilham, durante el embarazo, en el que le cuenta su historia y la de su familia palestina.

Querida Ilham, espero que te guste el nombre que hemos elegido para ti. Te llamas Ilham porque desde que conocí tu existencia siento la necesidad imperiosa de expresarme, de escribirte, de hablarte. En definitiva, de contarte mi historia, que es también tú historia, la de tus hijos, y de los hijos de tus hijos. Últimamente los recuerdos reviven con una claridad que duele, los sentimientos se intensifican y las palabras, tantos años agazapadas en algún lugar de mi garganta, fluyen ahora por ti y para ti.
Me llamo Laila ibn Muhammed y hoy es mi cumpleaños. No tengo pasaporte, no tengo nacionalidad, no tengo tierra, no tengo propiedad, pero en mi corazón palpitan con intensidad cuatro colores: el negro, el blanco, el verde y el rojo. Treinta años aquí, mirando al cielo. Treinta años. De niña soñaba con viajar, parece que hace una siglo. Me tumbaba mirando las nubes e imaginaba que volaba sin alas por encima de las alambradas, sobrevolaba la aldea de mis antepasados, las pirámides de Egipto, la Muralla China, o cualquier otro destino que se me antojara. Hace tiempo que dejé de soñar, pero se me quedó la costumbre de mirar al cielo. Desde que te conocí he vuelto a fantasear.
Nací en el campo de refugiados, como mis dos hermanos, como mi madre. En el mismo campo en que nacerás tú in sha' Allah dentro de séis meses, Ilham.
Umm Ilham... me gusta cómo suena.
Nunca vimos la casa de mi abuelo, tu bisabuelo, Allah yarhamuhu, ni el río ni los olivos, pero a través de sus ojos hemos conocido la aldea y a sus habitantes, y en nuestro ser perdura el color de los olivos, el sonido del río, el olor de la tierra agradecida y el sabor del labneh elaborado con la leche de sus propias ovejas. Cómo disfrutaba con sus historias, aunque las repitiera hasta la saciedad. Más de cincuenta años refugiado y su mente siempre siguió en Palestina, entre sus olivos y sus ovejas, y guardó hasta su muerte la llave de su casa, que a menudo acariciaba con sus fuertes manos de campesino aferrándose a la esperanza de regresar algún día. Cuando me veía triste me cogía la barbilla y mirándome a los ojos, con esos ojos a los que el sufrimiento no había logrado arrebatar la ternura, me decía: “Laila querida, las mujeres de aquí sois como flores que crecen en el asfalto, supervivientes, fuertes, vivas, dais color a una vida gris”.
Si al menos llevara en mis genes tan sólo un atisbo del talento narrativo de tu bisabuelo... Te hablaré de todos, de los que están y de los que se fueron, porque quiero que también a ellos lo conozcas. Te cantaré las nanas que cantaba mi madre, te contaré las historias de la familia igual que las contaba mi abuelo, con ese aire solemne y teatral que nos embelesaba durante horas calmando a las fieras que éramos mis hermanos y yo. Te enseñaré los juegos que inventamos siendo niños, me reía tanto con tus tíos... Cuando recuerdo la infancia me sorprendo al sentir que éramos felices a pesar de todo. Conocerás a mi abuela, Allah yarhamuha, como yo lo hice, a través de lo que me contaban mi madre y mi abuelo. Por lo que dicen, de tu abuela Laila no sólo heredé el nombre, también su carácter reservado y su perseverancia. Murió en la guerra, te hablaré de ella más adelante.
Te contaré historias para trasladarte a otros lugares donde la presencia de los soldados no se convierta en una rutina, donde las armas y el alambre de espino no formen parte del paisaje. Ojalá pudiera darte una infancia sin bombas y sin esta miseria húmeda en la que brotamos como flores que crecen en el asfalto...
Me muero por ver tu rostro Ilham y no puedo dejar de hablarte, pero creo que ya he adelantado demasiados acontecimientos, mejor comenzamos por el principio:
Todo empezó en 1948...

¡Gracias, Belén!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]