martes, 30 de abril de 2013

Ampliamos el plazo del concurso: tienes hasta el 20 de mayo para participar

¿Te apetecía participar en el concurso “Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?” pero ya no te da tiempo?
¡Ampliamos el plazo dos semanas más! Envía tu relato antes del lunes 20 de mayo de 2013 a las 15:00.

Lee las bases del concurso y ¡participa!




Si tienes cualquier duda, escríbenos a familiasrefugiadasenlibano@ongrescate.org


jueves, 25 de abril de 2013

En el Sur de Líbano: El Buss, Burj Shemali y Rashidieh

Una calle de Tiro © ONG RESCATE
En anteriores semanas, nos hemos acercado a los campos de refugiados/as de Beirut (Shatila y Burj Barajneh) y el Valle de Bekaa (Wavel y los asentamientos de Saadnayel, Bar Elias y Taelbeya).
Hoy toca recorrer el Sur de Líbano, la zona de la ciudad de Tiro, donde se encuentran los campos de El Buss, Burj Shemali y Rashidieh en los que viven más de 60.000 personas refugiadas.
El Buss originariamente fue creado en 1.939 para las personas refugiadas armenias. A partir de 1.948 llegaron a refugiarse a este campo la población palestina de la zona de Acre (Galilea). Es el más pequeño de los tres campos, alberga en torno a 10.000 personas, trabajan generalmente en la agricultura y en la construcción.

Calle de El Buss © ONG RESCATE
Calle de El Buss © ONG RESCATE
Calle de El Buss © ONG RESCATE

El campamento de Burj Shemali fue creado en 1.948 para albergar a los refugiados de Hawla y Tiberuias en el norte de Palestina.
Aunque se han construido viviendas aún hay muchas residencias improvisadas en este campo en el que viven 20.000 personas aproximadamente. Como en la mayoría de campos de refugiados el desempleo es alto entre los habitantes de Burj-Shemali. La mayoría de los hombres encuentran trabajo temporal, como en El Buss, en la agricultura y en la construcción, y las mujeres trabajan en la agricultura y en la limpieza.
El campo de Rashidieh, el más grande de los tres con una población de 28.000 personas, se divide en “Campamento antiguo” y "Campamento nuevo". La parte más antigua fue construida en 1936 para alojar a los refugiados armenios que huyeron al Líbano. El "Campamento nuevo" fue construido por UNRWA en 1963 para alojar a los refugiados palestinos que fueron evacuados desde el campamento de Gouraud en el área de Baalbek (en el Valle de Bekaa).
Rashidieh se vio fuertemente afectado durante la guerra civil libanesa, en la que se produjo la destrucción total o parcial de los cerca de 600 refugios y el desplazamiento de más de 5.000 refugiados/as.
Al igual que en El Buss y Burj Shemali, la tasa de desempleo en el campo es muy alta y la mayoría de los residentes del campamento trabajan de forma eventual en la agricultura y la construcción.


[Información obtenida de la UNRWA]


jueves, 18 de abril de 2013

Relato: Tan cerca y tan lejos de lo anhelado

Hoy queremos compartir el relato de Fernando Conde con el que participa en "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?". Tan cerca y tan lejos de lo anhelado cuenta la historia de Aisha y su familia en el campo de refugiados de Rashidieh (Sur de Líbano).

Otra noche más en la que no puedo conciliar el sueño. Otra de esas frías noches en las que una capa más de abrigo sería suficiente para aliviar mi angustia. Otra noche en que los llantos de mis hermanos y los otros niños con los que compartimos casa me despiertan y me recuerdan cuan gélida, solitaria y sombría son algunas noches. La humedad hace años que se ha instalado en mi cuerpo y ni el calor del desierto ha logrado arrebatar. Echo de menos el calor de mi hermano mayor que se ha ido hace años, y del cual aún no hemos recibido noticia alguna. Su cuerpo grande me reconfortaba y me abrigaba en estas noches duras, pero ya no está, ya se ha ido, y no sé a dónde.
Mi nombre es Aisha y mis padres dicen que somos palestinos. Yo no lo sé, nunca he salido de las fronteras de este campamento al que, a falta de saber cuál legítimamente me correspondería, llamo mi hogar. Tengo doce años, he nacido y vivido siempre aquí, en Rashidieh, un campo de refugiados palestinos en la zona sur de Líbano. Un lugar tan lejos y tan cerca de lo que nos pertenece, de nuestro sueño, de nuestro hogar. O por lo menos eso es lo que dicen los mayores con la mirada perdida y entristecida cuando piensan en ello. Escasos kilómetros los separan de su tierra anhelada y a la vez que prohibida.  Ojalá algún día tenga ese sentimiento con el simple fin de justificar esta vida llena de penurias. Ojalá tenga este sentimiento de añorar algo mejor de lo que tengo, eso significaría que soy consciente de lo que me estoy perdiendo.
Imploro que llegue la mañana para poder volver a la rutina de mi vida. Quiero que el sol se asome para indicarme que debo vestir mi bonita camiseta rosa, coger de la mano a mis hermanos menores, bajar las escaleras y caminar hasta la escuela entre tortuosas y laberínticas, pero a la vez que familiares, calles. Deseo llegar a la escuela y juntarme con mis amigos y olvidar por unas horas que soy una niña que vive en un campo hecho para personas que no han tenido elección. Olvidar que somos un pueblo que no le es permitido volver a su tierra y que al mismo tiempo es odiado y marginado por el territorio que los acoge. Por unas horas soy una jovencita que aprende de matemáticas, historia, geografía y religión. En este momento no hay nada que me diferencia de ninguna otra niña en el mundo, excepto las pobres infraestructuras desde las cuales nuestros maestros nos inculcan valores y conocimientos. Clases hacinadas de alumnos de diferentes edades e intereses nos avocan a un proceso de maduración forzado.
La escuela se ha terminado y divertirme con mis amigas es lo mejor del día. Juegos infantiles se mezclan con pruebas de equilibrio compaginando carreras y un terreno lleno de obstáculos, cableado, fontanería, escombros, basura y una marea de gente repartida por estas estrechas calles. Somos niños inocentes riendo y jugando ajenos a la historia, a las desgracias, a la penuria, a la lucha y la política. Somos libres en nuestra ciudad, una ciudad que poco o nada ha cambado. La población aquí no cesa de aumentar aunque el número de edificios no acompaña a este incremento. Cada día veo retornar a esos jóvenes que un día decidieron valientemente salir. No son más que el reflejo o una sombra de lo que un día fueron. Son espejismos de aquella juventud que se marchaba ilusionada, decidida y ansiaba defender una idea. No sé qué les puede haber ocurrido, pero sus rostros han perdido todo atisbo de luz y juventud.
Es con la llegada a casa cuando la realidad impacta de frente con mi inocencia. Preparo la comida para toda la familia. Es la única comida del día por lo que pongo todo mi esmero en poder ofrecer a mis padres, los cuales trabajan todo el día, un plato que les ayude a olvidar cuan dura y sufrida es la vida, un plato que les reconforte del duro trabajo de sobrevivir y hacer que la vida de sus hijos sea lo más honorable posible. En ese momento en el que recapacito y me pregunto cuál es la función de ir a la escuela. Mis padres llevan desde los setenta en esta mini ciudad y su vida poco o nada ha variado desde su llegada. La escalera social no existe en un lugar como este. La frustración está patente en cada esquina y en cada familia. Pero, por otra parte,  admiro este sentimiento de frustración, puesto que es resultado del mantenimiento de la esperanza y el rechazo al fracaso total. Aún siendo un pueblo exiliado desde el fatídico año de 1948, la esperanza de que volverán aún existe en su interior, desde los más jóvenes, más que nuca concienciados y dispuesto a todo, hasta los mayores de cincuenta años que ni el estancamiento y asimilación de esta vida que les ha tocado no los hunde en la desesperación. Todo ello lo sustenta una cosa, una idea, un sustantivo, la justicia. Ser conscientes de que su pueblo abandera este gran argumento en toda negociación es más que suficiente para que su lucha nunca sea en vano.
Un futuro tan oscuro y limitado me agobia en la soledad de mis pensamientos. ¿Hasta cuándo podré mantener esta alegría fruto de la ignorancia e inocencia de la edad? ¿Cuándo será el día que realmente sea consciente de que mi vida está vetada a cualquier sueño? Un día la responsabilidad de la injusticia que carga mi familia y mi gente recaerá sobre mi espalda. Y será entonces cuando la tortuosidad de las calles, los peligros de mi ciudad, el odio o rechazo de los extranjeros, el abandono de la comunidad internacional, una comida al día, un trabajo ínfimamente remunerado, unos padres exhaustos y angustiados, unas condiciones infrahumanas, la muerte de seres queridos, pasen a ser los barrotes de mi cárcel interna. Mis ojos estarán tristes, mi mirada vacía y mi espíritu derrotado. O por otra parte, levantaré toda esa carga, la colocaré sobre mi molida espalda y caminaré con la cabeza bien alta. Me mantendré esperanzada puesto que lo justo camina de mi lado. Me levantaré todos los días con el deseo de que un nuevo día llegue y por lo tanto estar un día más cerca de alcanzar  el sueño de mis iguales, mi tierra, la patria arrebatada que algún día sentiré como mía. Algún día sentiré que esta vida llena de angustia y pobreza sólo forman parte de las pruebas que nuestro dios ha dictaminado, una prueba de fe. Mi Dios es justo, por lo que esta lucha, este esfuerzo, esta resistencia no es nada comparado con todo lo que nos puede ofrecer. Una vez llegado ese momento,  seremos conscientes de que el camino había sido duro pero la recompensa  generosa, y el haber mantenido la fe, nos hará ser dignos de aceptar su nuevo designio.
La vía que escoja marcará mi subsistencia, mi forma de vivir. 
¿Quiero ser una mota más de polvo que vague sola por el desierto; o quiero formar parte de una tormenta de arena?  Una tormenta que barra todo a su paso, que traspase fronteras y que ella, sólo ella, decida donde posarse a descansar.

¡Gracias, Fernando!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]

martes, 2 de abril de 2013

Reconstrucción en el Valle de Bekaa

Parte principal del trabajo que RESCATE junto con la contra parte local NAVTSS, gracias a la financiación de la AECID, realiza en el Valle de Bekaa es la rehabilitación de viviendas. Desde el inicio del trabajo en 2011, se han reconstruido ya 41 viviendas (de las 106 planificadas hasta 2014 en todo el convenio) en los gatherings de Saadnayel y Taelbeya.

Rehabilitación de viviendas en el Saadnayel © ONG RESCATE 
Rehabilitación de viviendas en el Saadnayel © ONG RESCATE
Además, en el asentamiento de Saadnayel se ha terminado un parque público de uso común para que las personas mayores puedan descansar cómodamente y tanto los/as niños/as refugiados/as como  los/as niños/as libaneses/as puedan compartir sus juegos y facilitar el inicio de buenas relaciones de convivencia.

Parque público rehabilitado en el Saadnayel © ONG RESCATE
En el Valle de Bekaa se realizarán también cursos de Formación Profesional para facilitar el acceso al mercado laboral con plenas garantías de integración. Los cursos que se imparten de Secretaría Médica, Pintura, Fontanería y Enfermería.
RESCATE lleva a cabo acciones en tres sectores principalmente: rehabilitación de viviendas y acceso al empleo, a los que ya hemos hecho referencia, y reconstrucción de la paz a través de programas juveniles y campañas de sensibilización que fomenten la participación conjunta de población libanesa y palestina.
Para el fomento de convivencia pacífica entre poblaciones en el Valle de Bekaa se realizan actividades de género, resolución de conflictos y comunicación. En estos talleres y cursos participan personas palestinas, libanesas y sirias.


Inauguración del parque público © ONG RESCATE