Hoy queremos compartir la carta con la que participa Belén
Hernández en el concurso de relatos "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?". Carta a Ilham es un mensaje
que le escribe Laila a su hijo, Ilham, durante el embarazo, en el que le cuenta su historia y la
de su familia palestina.
Querida Ilham, espero que te guste el nombre que hemos
elegido para ti. Te llamas Ilham porque desde que conocí tu existencia siento
la necesidad imperiosa de expresarme, de escribirte, de hablarte. En
definitiva, de contarte mi historia, que es también tú historia, la de tus
hijos, y de los hijos de tus hijos. Últimamente los recuerdos reviven con una
claridad que duele, los sentimientos se intensifican y las palabras, tantos
años agazapadas en algún lugar de mi garganta, fluyen ahora por ti y para ti.
Me llamo Laila ibn Muhammed y hoy es mi cumpleaños. No tengo
pasaporte, no tengo nacionalidad, no tengo tierra, no tengo propiedad, pero en
mi corazón palpitan con intensidad cuatro colores: el negro, el blanco, el
verde y el rojo. Treinta años aquí, mirando al cielo. Treinta años. De niña
soñaba con viajar, parece que hace una siglo. Me tumbaba mirando las nubes e
imaginaba que volaba sin alas por encima de las alambradas, sobrevolaba la
aldea de mis antepasados, las pirámides de Egipto, la Muralla China, o
cualquier otro destino que se me antojara. Hace tiempo que dejé de soñar, pero
se me quedó la costumbre de mirar al cielo. Desde que te conocí he vuelto a
fantasear.
Nací en el campo de refugiados, como mis dos hermanos, como
mi madre. En el mismo campo en que nacerás tú in sha' Allah dentro de séis
meses, Ilham.
Umm Ilham... me gusta cómo suena.
Nunca vimos la casa de mi abuelo, tu bisabuelo, Allah
yarhamuhu, ni el río ni los olivos, pero a través de sus ojos hemos conocido la
aldea y a sus habitantes, y en nuestro ser perdura el color de los olivos, el
sonido del río, el olor de la tierra agradecida y el sabor del labneh elaborado
con la leche de sus propias ovejas. Cómo disfrutaba con sus historias, aunque
las repitiera hasta la saciedad. Más de cincuenta años refugiado y su mente
siempre siguió en Palestina, entre sus olivos y sus ovejas, y guardó hasta su
muerte la llave de su casa, que a menudo acariciaba con sus fuertes manos de
campesino aferrándose a la esperanza de regresar algún día. Cuando me veía
triste me cogía la barbilla y mirándome a los ojos, con esos ojos a los que el
sufrimiento no había logrado arrebatar la ternura, me decía: “Laila querida,
las mujeres de aquí sois como flores que crecen en el asfalto, supervivientes,
fuertes, vivas, dais color a una vida gris”.
Si al menos llevara en mis genes tan sólo un atisbo del
talento narrativo de tu bisabuelo... Te hablaré de todos, de los que están y de
los que se fueron, porque quiero que también a ellos lo conozcas. Te cantaré
las nanas que cantaba mi madre, te contaré las historias de la familia igual
que las contaba mi abuelo, con ese aire solemne y teatral que nos embelesaba
durante horas calmando a las fieras que éramos mis hermanos y yo. Te enseñaré
los juegos que inventamos siendo niños, me reía tanto con tus tíos... Cuando
recuerdo la infancia me sorprendo al sentir que éramos felices a pesar de todo.
Conocerás a mi abuela, Allah yarhamuha, como yo lo hice, a través de lo que me
contaban mi madre y mi abuelo. Por lo que dicen, de tu abuela Laila no sólo
heredé el nombre, también su carácter reservado y su perseverancia. Murió en la
guerra, te hablaré de ella más adelante.
Te contaré historias para trasladarte a otros lugares donde
la presencia de los soldados no se convierta en una rutina, donde las armas y
el alambre de espino no formen parte del paisaje. Ojalá pudiera darte una
infancia sin bombas y sin esta miseria húmeda en la que brotamos como flores
que crecen en el asfalto...
Me muero por ver tu rostro Ilham y no puedo dejar de
hablarte, pero creo que ya he adelantado demasiados acontecimientos, mejor
comenzamos por el principio:
Todo empezó en 1948...
¡Gracias, Belén!
[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este
relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por
qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]
Bello relato epistolar. Deja ganas de ver cómo continúa. Felicidades.
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