martes, 12 de marzo de 2013

Relato: La historia de Hakim

Muchas gracias a todos/as los/as que os estáis animando a participar en el concurso "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?"
Hoy os animamos a leer el relato de Roberto Ramos sobre Hakim, un niño refugiado palestino.

Un caza pasó volando por encima de sus cabezas. El niño se tapó los oídos: no quería recordar los días de guerra en Palestina, cuando masacraron a sus padres y la orfandad tomó un sentido literal en su vida. Aquel avión, malos recuerdos.
Pero ahora estaba en el campo de refugiados, su pequeña burbuja. Su mente, de forma autodefensiva, le invitó a pensar que, fuera de las verjas, todo era guerra y destrucción, que aquella simple alambre protegía todo lo bueno que quedaba en el mundo; que, gracias a Alá, se había salvado y pertenecía al grupo de los elegidos.
La joven cooperante, al verlo temblar en el suelo tras el paso de aquella máquina de guerra, lo trajo hacia su pecho para así darle la tranquilidad que le acababan de arrebatar.
- Tranquilo, Hakîm, esto terminará pronto y verás cómo tus sueños se harán realidad. A ver, ¿qué quieres ser de mayor?
- Quiero ser médico, para poder curar a todas las personas que sacan en camillas.
- Seguro que serás un gran médico; pero no aquí, cuando seas mayor podrás curar a todo el mundo fuera de estas verjas, en el exterior, cuando vuelva la paz a Palestina.
- ¿A Palestina? ¿Y en otros sitios? ¿Hay paz en otros sitios?
- Claro que sí, en otros lugares del mundo la gente vive libre, haciendo lo que quiere; en mi país, por ejemplo, los niños van a la escuela y pueden ser lo que quieran de mayores.
- No te creo. Fyera de aquí todo está en guerra.
- Estás muy equivocado, jovencito.
- ¡Vamos, Hakîm, deja a esa chica en paz y vente a comer, que la cola es larga y como no llegues te vas a quedar así de canijo!- Su tía le amenazaba todos los días con lo mismo porque se entretenía mucho con sus juegos, ajeno a la realidad, a la comida que escaseaba, aunque, tristemente, no así a la guerra.
Tras la masacre en su pueblo, pudo salvarse gracias a su tía, quien lo escondió junto a ella durante el paso del ejército.
- ¡Ahora voy!- Replicó el niño- Es una pesada, todos los días el mismo cuento.
- Lo hace por tu bien. Necesitas comer para crecer y ser un buen médico.
- No me cambies de tema. Si afuera existiera la paz, al final los malos también les atacarían, ¿no?
- Es muy complicado para tí, pero estoy segura de que lo entenderás cuando seas mayor.
- Pero entonces, ¿tú entiendes por qué mataron a mis padres y a mis amigos en el pueblo?
- Hay cosas, pequeño, para las que no existe una explicación. Lo mejor es seguir adelante y dar gracias por permanecer con vida. Pero no te pongas triste: cuando todo esto acabe, te voy a llevar a mi país para que conozcas la paz. Allí tenemos la fórmula secreta.
- ¿Entonces en tu país no hay ejército?
- Sí, como en todos, ¿por qué lo preguntas?
- Si estáis en paz, ¿para qué tenéis un ejército?
- Por si nos atacan los malos.
- Sois un poco raros en tu país... pero hay una cosa que no entiendo.
- A ver, sorpréndeme.
- Si tu país tiene ejército, paz y a nosotros nos están atacando los malos, ¿por qué no nos ayuda para que en mi país haya paz con su fórmula secreta?
- Porque necesitan vuestra guerra para alcanzar su paz.

¡Gracias, Roberto!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]


1 comentario:

  1. Bienintencionado, pero un tanto simple y maniqueo. Pero con cierto encanto infantil.

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