Hoy os animamos a leer el relato de Roberto Ramos sobre Hakim, un niño refugiado palestino.
Un caza pasó volando por encima de
sus cabezas. El niño se tapó los oídos: no quería recordar los días de guerra
en Palestina, cuando masacraron a sus padres y la orfandad tomó un sentido
literal en su vida. Aquel avión, malos recuerdos.
Pero ahora estaba en el campo de
refugiados, su pequeña burbuja. Su mente, de forma autodefensiva, le invitó a
pensar que, fuera de las verjas, todo era guerra y destrucción, que aquella
simple alambre protegía todo lo bueno que quedaba en el mundo; que, gracias a
Alá, se había salvado y pertenecía al grupo de los elegidos.
La joven cooperante, al verlo
temblar en el suelo tras el paso de aquella máquina de guerra, lo trajo hacia
su pecho para así darle la tranquilidad que le acababan de arrebatar.
- Tranquilo, Hakîm, esto terminará
pronto y verás cómo tus sueños se harán realidad. A ver, ¿qué quieres ser de
mayor?
- Quiero ser médico, para poder
curar a todas las personas que sacan en camillas.
- Seguro que serás un gran médico;
pero no aquí, cuando seas mayor podrás curar a todo el mundo fuera de estas
verjas, en el exterior, cuando vuelva la paz a Palestina.
- ¿A Palestina? ¿Y en otros
sitios? ¿Hay paz en otros sitios?
- Claro que sí, en otros lugares
del mundo la gente vive libre, haciendo lo que quiere; en mi país, por ejemplo,
los niños van a la escuela y pueden ser lo que quieran de mayores.
- No te creo. Fyera de aquí todo
está en guerra.
- Estás muy equivocado, jovencito.
- ¡Vamos, Hakîm, deja a esa chica en paz y vente a comer, que la cola es larga
y como no llegues te vas a quedar así de canijo!- Su tía le amenazaba todos los
días con lo mismo porque se entretenía mucho con sus juegos, ajeno a la
realidad, a la comida que escaseaba, aunque, tristemente, no así a la guerra.
Tras la masacre en su pueblo, pudo
salvarse gracias a su tía, quien lo escondió junto a ella durante el paso del
ejército.
- ¡Ahora voy!- Replicó el niño- Es
una pesada, todos los días el mismo cuento.
- Lo hace por tu bien. Necesitas
comer para crecer y ser un buen médico.
- No me cambies de tema. Si afuera
existiera la paz, al final los malos también les atacarían, ¿no?
- Es muy complicado para tí, pero
estoy segura de que lo entenderás cuando seas mayor.
- Pero entonces, ¿tú entiendes por
qué mataron a mis padres y a mis amigos en el pueblo?
- Hay cosas, pequeño, para las que
no existe una explicación. Lo mejor es seguir adelante y dar gracias por
permanecer con vida. Pero no te pongas triste: cuando todo esto acabe, te voy a
llevar a mi país para que conozcas la paz. Allí tenemos la fórmula secreta.
- ¿Entonces en tu país no hay
ejército?
- Sí, como en todos, ¿por qué lo
preguntas?
- Si estáis en paz, ¿para qué
tenéis un ejército?
- Por si nos atacan los malos.
- Sois un poco raros en tu país...
pero hay una cosa que no entiendo.
- A ver, sorpréndeme.
- Si tu país tiene ejército, paz y
a nosotros nos están atacando los malos, ¿por qué no nos ayuda para que en mi
país haya paz con su fórmula secreta?
- Porque necesitan vuestra guerra
para alcanzar su paz.
¡Gracias, Roberto!
[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con
el contenido.]