lunes, 2 de diciembre de 2013

Relato: Ma sha Allá

En el concurso de "Familias refugiadas en Líbano ¿Qué ves tú?" también participó Tania Hage con este relato en forma de correspondencia entre miembros de una familia palestina que viven entre los campo de refugiados de Ain El-Helwe y Sabra.
Ain El-Helwe, 26 de marzo de 2006

Ya Salma:
Hoy en clases de geografía hemos hablado de los países: sus banderas, sus gentes, sus idiomas, incluso los hemos ubicado en el mapa… He notado que, a pesar de vivir en Líbano, estamos marcados por una nacionalidad, una bandera y costumbres distintas. Al llegar a casa he vuelto a mirar en el mapamundi que nos dieron en clase y en él no he encontrado nuestro país. Mis padres me han dicho «Palestina estaba por aquí» trazando círculos imaginarios sobre Bint Jbail, luego han añadido «nos quedan algunos territorios». Se han quedado en silencio cuando he preguntado si, al menos, estos estaban juntos, como una familia. 
Vivimos aquí, nos llaman refugiados y nos llaman palestinos. ¿De qué o de quién nos protegemos? ¿Estábamos en Palestina antes de venir aquí? Y, si es así, ¿por qué no podemos estar en nuestra tierra? Mi madre dice que ella recuerda vagamente algunas escenas violentas que obligaron a sus padres y abuelos a huir hacia otros países llenando sus manos solo con las manos de sus hijos. Pero, ¿desde y hacia dónde huyeron?
Ya habibi, Salma, no es mi deseo agobiarte con preguntas; no sé si entiendes mi inquietud.
Saludos a tía Salwa y al tío Hajjâj.
Un abrazo de tu primita que te quiere y admira,
Ahlam

Sabra, 16 de abril de 2006
Habibi Ahlam:
Es normal que a tu edad te hagas preguntas como estas. La historia es larga y está llena de heridas que no sé si cicatrizarán con el tiempo. Trataré de explicártelo y que lo puedas entender.
Hace muchos años había un país en el que vivían personas de diferentes culturas, religiones e idiomas en perfecta armonía. Su convivencia se basaba en el respeto y la aceptación del prójimo. Un día, llegaron unos señores desde otro país muy lejano asegurando que habían venido para protegerlos. Tiempo después, estos señores trajeron muchas personas que nunca habían vivido en esa tierra de gente tranquila. Los habitantes de aquel lugar les recibieron con cariño, incluso les ayudaron a establecerse. 
Al principio, las personas que llegaban de fuera parecían estar tristes porque habían sufrido muchas desgracias y malos tratos, pero unos años más tarde cuando ya eran muchos en aquella tierra, estos nuevos integrantes se pusieron muy furiosos. Tal era su descontento con todos lo que vivían en aquel país que ya no querían compartirlo con nadie y decidieron que lo cambiarían íntegramente para que se pareciera más a ellos. Los protectores presintieron la ira de los nuevos y, como si de un juego de Taule se tratara, «recogieron sus fichas» y adelantaron su partida saliendo victoriosos. Cuando se marcharon le dijeron al mundo y a la historia que habían cuidado bien a aquellos habitantes. Los nuevos pobladores echaron de allí a los que antes vivían en armonía, no les dejaron volver ni a sus casas ni a la tierra donde nacieron. Derrumbaron todos sus edificios históricos, cambiaron las formas de vestir, de escribir y, sobre todo, las leyes. Cambiaron todo hasta que dejó de parecerse al país al que habían llegado. Entonces, los nuevos habitantes le negaron al mundo, incluso a la historia, que allí hubiese existido otro país antes que ellos. 
Cuando yo tenía tu edad, mi madre también me contó esos recuerdos turbulentos que mencionas. Mi madre iba de la mano del abuelo y la tuya iba de la mano de la abuela. 
Ya Ahlam, no quiero que te inquietes con esta historia. Sólo confía en que algún día volveremos a tener nuestra tierra y entonces tú, yo y todos sabremos señalar claramente en un mapa dónde queda Palestina.
Abrazos para ti y tu familia. Sigue aprendiendo en la escuela, mi chiquitita linda.
Tu prima,
Salma. 

Ain El-Helwe, 26 de noviembre de 2006
Khalti Salwa:
Estoy muy triste y extraño mucho a mi prima querida. No paro de preguntarme por qué le tuvo que pasar a ella. 
¿Han sido los hombres furiosos de los que me habló Salma los responsables de toda esta desgracia, de toda esta violencia? Si ya tienen nuestras tierras, si nos han echado de nuestras casas, ¿por qué nos siguen hasta aquí para hacernos daño? ¿Qué les hicimos?
De un día para otro todas nuestras casas, nuestras familias, nuestras almas se han visto mutiladas. Todavía resuenan en mi cabeza el eco de las explosiones, del llanto de las vecinas desesperadas llamando a sus hijos, el olor a pólvora y a muerte apoderándose del aire y de nuestro futuro. Aún hoy no podemos descansar dos horas seguidas: El estruendo de los aviones sobrevolando nuestras cabezas nos recuerda que alguien está al acecho de nuestros movimientos. ¿Qué nos espera?
Ya Khalti Salwa, recibe un fuerte abrazo de tu sobrina que te quiere mucho y que comparte contigo el dolor que te ha tocado vivir. 
Ahlam

Sabra, 11 de enero de 2007.
Ya Ahlam, ¡ya habibi!:
Gracias por seguir enviando tus cartas. Con tus manos das vida a las palabras de nuestra amada Salma y eso reconforta mi corazón. Su partida a destiempo nos ha arrastrado a todos a una muerte en vida.  Ma sha Allá. 
Ya Ahlam, sí. Nos siguen atacando ellos, los que nos echaron de Palestina. Y tal como dices, «De un día para otro todas nuestras casas, nuestras familias, nuestras almas se han visto mutiladas», y yo agregaría «una vez más». Nos atacan porque no quieren que reclamemos lo que nos arrebataron, porque nos quieren callar, porque no quieren que regresemos. Y mientras estemos aquí saben que están en deuda con nosotros.
Un beso muy grande, sobrina preciosa. No guardes rencor de lo que estamos viviendo ahora. Aférrate a la idea de que tarde o temprano regresaremos a esa tierra que nunca ha dejado de ser nuestra. Estoy segura de que volveremos. Así sea cuando nos hayamos fundido con el polvo y el viento nos empuje hacia el sur, hacia nuestro hogar. 
Tu khalti Salwa.


¡Gracias, Tania!

[Esta no es una publicación de RESCATE. El contenido de este relato pertenece al autor del mismo. ONG RESCATE no es responsable ni tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con el contenido.]